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Actualizado: 13 de julio de 2025


A principios de Setiembre, habiendo llegado a estar tres días sin mentar para nada aquel galimatías del alma, las dos señoras estaban muy alegres confiando en que pasaría pronto el ramalazo. Volvieron los paseos de noche, y por fin le permitieron salir solo, y reanudó sus trabajos en la botica, cuidadosamente vigilado por Ballester. Fortunata tenía además otros motivos de hondísima pena.

Bien, ¿y ? respondió García mirándole cada vez con mayor sorpresa. ¿Yo...? ¡Divinamente! Y se sentó frente a él y le clavó una larga mirada insistente y dura. Desde que hago una vida más higiénica añadió me encuentro perfectamente. Ya no paso las tardes en el café, como antes; ahora me dedico a dar paseos entre los árboles, buscando atmósfera más pura.

¡Si siquiera su madre se hubiera mostrado indulgente! Pero no le perdonaba uno solo de los espárragos que se habían reservado en la primavera, ni tampoco el carruaje para sus paseos, en la época de la cosecha, cuando los caballos tienen tanto que hacer en los campos. «Quien no quiere escuchar debe padecerera su máxima predilecta, y él nada escuchaba ¡oh! absolutamente nada.

Su entrada en los teatros y paseos de Sevilla levantaba siempre un murmullo de admiración en la gente: los forasteros se apresuraban a preguntar a los naturales: ¿Quién es esa joven? ¿Le gusta a V., verdad? solían contestar chuscamente, pues tenga V. cuidado, porque es de mírame y no me toques.

Volví a casa completamente exhausto y helado, pues, a pesar de haber llevado puesto mi gran sobretodo de lana, que usaba para los paseos en coche cuando estaba en Helpstone, no había podido evitar que se colara el viento frío y cortante. Permanecí dos horas completas sentado junto al fuego para reparar lo perdido, hasta que al fin volvió mi amigo.

Mas al tropezar sus dedos con la tersa frente de la criatura quedó súbito paralizado. Sus grandes ojos opacos brillaron con extraño fulgor. Incorporose vivamente y se llevó ambas manos a las sienes como si temiera que por allí fuera a salir algo grave y terrible que convenía tener encerrado. Se alzó de la silla y comenzó a dar agitados paseos por la estancia.

Procuramos, en nuestros paseos por la plaza de un pequeño pueblo valenciano, no salirnos de las islas de sombra que trazan los plátanos sobre la tierra rojiza y ardiente. Silencio de sueño, calma profunda de siesta veraniega.

Mientras el padre bebía los vientos por fijar la rueda de la fortuna en la sala de juego de la Oliva, las niñas se multiplicaban, verdaderas buhoneras de mismas, siempre con la mercancía de su hermosura a cuestas por plazas, iglesias, paseos, bailes y teatro. Pero llegó un luto, y aquí fue ella.

La tía había intentado defenderse, alegando que era vocación de su hija y que su conciencia no le permitía contrariarla; pero el conde la atajó con energía, manifestando que para creer en esa vocación era menester demostrarla. Mira, chica, sácala del convento; pero no para encerrármela en casa, como la otra vez. Que vea el mundo, que entre en sociedad, que asista a teatros, paseos y tertulias.

Todas las que, tiempo atrás, vivía Reyes olvidado por el mundo entero, sin tener que dar noticia de su empleo a nadie, a fuerza de ser él persona insignificante, ahora las dedicaba, siempre que había modo, a su amor. Veía a Serafina en el teatro, en la posada y en los largos paseos que daban juntos por parajes muy retirados o lejos de la ciudad.

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