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Actualizado: 14 de junio de 2025


Nicolás repetía una figura de que estaba satisfecho: «Sahumar, sahumar y sahumar». Y a propósito de espliego, a él, físicamente, tampoco le vendría mal... esto sin ofender a nadie. Madrid. Mayo de 1886. Parte tercera Costumbres turcas -i Juan Pablo Rubín no podía vivir sin pasarse la mitad de las horas del día o casi todas ellas en el café.

Algunas veces también, en días de apuro, Mendoza solía pasarse por casa de su amigo y pedirle unos cuantos duros. Por lo demás, trascurrían a veces meses enteros sin verse. Poco después de terminar la carrera, Mendoza, que cada día era mejor mozo y se aplicaba con más ahínco a parecerlo, quiso hacer oposición a unas plazas de oficiales, vacantes en el Consejo de Estado.

En honor de la verdad, sin embargo, conviene advertir que el triunfo del Casino no ha sido cosa muy fácil. La Naturaleza ha hecho esfuerzos prodigiosos. A veces ha organizado días espléndidos, con una temperatura deliciosa y una luz ideal. Los más amigos del Casino sentían entonces deseos de pasarse al otro bando.

Mejor prefiere una merienda con gente de boina que un banquete en el palacio que Sánchez Morueta tiene en Las Arenas... ¡Ser primo de Don José y pasarse meses sin verlo!... ¡Pero qué famoso es el doctor!

La muchacha, que no había entrado hasta entonces en la región de los bastidores, estaba maravillada y contenta al verse entre aquel bullicio, y pronto fue una necesidad el pasarse tres o cuatro horas todas las noches vagando por las cajas y por los cuartos de las actrices con quienes simpatizó en seguida. Antoñico, al verla por primera vez, se relamió como el tigre cuando atisba la presa.

¡Carma, Juan! No embarullarse. «¡Mardita sea!...» ¿Y siempre le iba a ocurrir lo mismo? ¿Era que ya no podría meter el brazo entre los cuernos, como en otros tiempos, clavando el estoque hasta la cruz? ¿Iba a pasarse el resto de su vida haciendo reír a los públicos?... ¡Un buey, al que habían tenido que dar fuego!...

Deste día hicieron principio de pasarse muchos á los turcos, y vinieron tantos á desvergonzarse tanto en la ida, que se habían huído más de 500 y muertos otros tantos y más de sed, porque los que no tenían ración, y algunos que no les bastaba dos cuartuchos de agua que daban, iban á beber á una gruta de una agua salada que había en ella, que mató á todos los que la bebieron.

Ir a buscarla al salir de la escuela para acompañarla a casa, era mi sueno de oro; y cuando por alguna ocupación imprevista se encargaba a otra persona tan dulce comisión, mi pena era tan profunda, que yo la equiparaba a las mayores penas que pueden pasarse en la vida, siendo hombre, y decía: «Es imposible que cuando yo sea grande experimente desgracia mayor». Subir por orden suya al naranjo del patio para coger los azahares de las más altas ramas, era para la mayor de las delicias, posición o preeminencia superior a la del mejor rey de la tierra subido en su trono de oro; y no recuerdo alborozo comparable al que me causaba obligándome a correr tras ella en ese divino e inmortal juego que llaman.

¿No puede enviárselas a usted... por el mismo procedimiento que empleaba para escribirle? Podría, pero asegura que no puede pasarse sin una amistad tan querida y excepcional; me suplica que confíe en su prudencia y en su honor, y, sin comprometerse a nada, habla del porvenir con palabras tiernas... y vagas.

Confidente de estas lamentaciones era Chinto, que solía venir a pasarse con la tullida largas horas al salir del trabajo, desde que supo cuán propicia se mostrara un tiempo a su pretensión matrimonial. Aún volvía la vieja a la carga de tiempo en tiempo, y hablaba de Chinto a su hija; él no sería fino ni buen mozo, pero era un burro de carga, un lobo para el trabajo y un infeliz.

Palabra del Dia

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