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Actualizado: 3 de octubre de 2025


Muy a menudo andaba Sor Marcela por allí, pues tenía la llave de la leñera y carbonera, la del calabozo y la de otra pieza en que se guardaban trastos de la casa y de la iglesia. Ya cerca de la noche, como he dicho, Mauricia no se quitaba de la reja para hablar a la monja cuando pasaba.

Los muchachos celebramos el cataclismo como un acontecimiento fausto, corríamos por los pasillos brincando de alegría, nos comunicábamos en voz baja noticias a cual más estupendas, y mirábamos por los balcones lo que pasaba en la calle, cuando la vigilancia de los superiores lo consentía.

Rafael, su amigo y Andresito caminaban lentamente, con cachaza filosófica, mirando el hermoso grupo, sin intentar mezclarse en él. Mientras tanto, Juanito pasaba la tarde en la cocina. Era una tendencia que avergonzaba a doña Manuela la que demostraba su hijo mayor. Apenas se formaba en la cocina una tertulia de criadas, allí estaba él, como arrastrado por irresistible seducción.

Todas las tardes pasaba horas enteras visitando las obras del Ensanche, las reformas que el Municipio emprendía en los caminos vecinales.

Estas razones no convencían a Barbarita, que seguía con toda el alma fija en los peligros y escollos de la Babilonia parisiense, porque había oído contar horrores de lo que allí pasaba. Como que estaba infestada la gran ciudad de unas mujeronas muy guapas y elegantes que al pronto parecían duquesas, vestidas con los más bonitos y los más nuevos arreos de la moda.

Cuando yo le conocí pasaba de los cincuenta y cinco, y las canas que brillaban entre sus rubios cabellos, como hebras de plata, lo decían muy claro.

EL GITANO. Dispénseme, padre, si le he ayudado a subir, pero esos honrados contrabandistas esperan con impaciencia que usted ejerza su sagrado ministerio. Y le mostró el grupo que observaba atentamente lo que pasaba a bordo.

Los primeros días me inspirabas verdadero terror, y me pasaba las horas pensando cómo había de entrar y qué cosas había de decir, y discurriendo alguna triquiñuela para hacer menos ridícula mi cortedad... Dígase lo que se quiera, hija, aquella educación no era buena. Hoy no se puede criar a los hijos de esa manera. Yo ¡qué quieres que te diga!, creo que en lo esencial Juanito no ha de faltarnos.

Yo creía que la armonía del mundo no podía existir mientras lord Gray viviera, y una curiosidad intensa devoraba mi alma... No podía dormir, el velar me hacía daño... no se apartaba de mi pensamiento la escena que después he presenciado aquí, y cada minuto que pasaba sin saber el resultado de una contienda que yo creí seria, me parecía un siglo...

Pimentó, que en su calidad de valentón se interesaba por las desdichas de sus convecinos y era el caballero andante de la huerta, prometía entre dientes algo así como pegarle una paliza y refrescarlo después en una acequia; pero las mismas víctimas del avaro le disuadían hablando de la importancia de don Salvador, hombre que se pasaba las mañanas en los Juzgados y tenía amigos de muchas campanillas.

Palabra del Dia

dispénseme

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