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Actualizado: 22 de mayo de 2025


Cristeta debía de estar rica, y no necesitaría para nada de su antiguo amante; además, era mujer capaz de entregarse, pero incapaz de venderse; por último, también pudiera suceder que estuviese enamorada de su marido. Al ocurrírsele esta idea frunció el entrecejo, y pasándose la mano por la frente, pensó: «¿Enamorada del otro? ¡Imposible! Pero... ¿y a qué? Mejor.

Y como este sombrero, que tiene un forro blanco con un letrero que dice: Redón, le recuerda tantas cosas, él le pasa la manga con amor por la copa. Y luego se lo pone con las dos manos y se aleja un poco inclinado, tosiendo, pasándose suavemente la mano por su barba blanca. «Pepita: Yo tengo unas amigas. No te pongas pálida.

No era, pues, en verdad aburrida la existencia en los Genets, porque familias de las invitadas, hermanos y amigos componían una divertida y animada colonia, pronta siempre a distraerse con los ejercicios de práctica en el campo, menudeando los paseos en coche, las partidas de pescas, los lawn-tennis por la mañana, pasándose las noches en inocentes juegos alternados con tal cual rigodón.

Después caíamos a esta ciudad de Lima, a consumir en los vicios el fruto de nuestros crímenes... Mucho más pudiera decir, sino que no es la ocasión. Rosa suspiró; y el novicio, pasándose la mano por el rostro, alzó la cabeza y prosiguió su relato: ¡Oh alta potencia de Dios, y por cuántos medios mandas la luz a las almas hundidas en la tiniebla!

Sólo las viruelas y el sarampión son los que causan estragos horrorosos; bien es que éstos provienen en parte de que, pasándose muchos años sin experimentarse estas epidemias, cuando acometen, como son pocos los que viven que las hayan tenido, y se extiende prontamente el contagio, no se halla quien asista a los enfermos, porque todos huyen de que se les comuniquen, con que no es mucho que mueran casi todos, siendo maravilla el que escape alguno a esfuerzos de la naturaleza.

En la última consulta Alicia yacía en estupor mientras ellos la pulsaban, pasándose de uno a otro la muñeca inerte. La observaron largo rato en silencio y pasaron al comedor. Pst... se encogió de hombros desalentado su médico. Es un caso serio... poco hay que hacer... ¡Sólo eso me faltaba! resopló Jordán. Y tamborileó bruscamente sobre la mesa.

Al volver a ver la casa del Tarumbo, recordé las «cosas» de éste y hablé de ellas al médico. Yo no me dijo , si es un hombre feliz o un desdichado, pasándose la vida, como se la pasa, desviviéndose por los negocios ajenos y abandonando los propios. Desde luego es su manía de lo más original que he conocido. No siempre la extrema hasta el punto que usted ha visto hoy; pero le falta muy poco.

Al extremo del puente, en una planicie entre dos jardines, frente á las ochavadas torres que asomaban sobre la arboleda sus arcadas ojivales, sus barbacanas y la corona de sus almenas, se detuvo Batiste, pasándose las manos por el rostro.

En ese momento se oyó la voz de Melchor que gritó desde su cuarto: ¡Baldomero!... Hágame ensillar el zaino. ¡Voy, don Melchor! contestó y como si no hubiera oído la orden se dirigió hacia el sitio en que Melchor estaba, pasándose las mangas de su blusa por los ojos. Que me haga ensillar el zaino, le dije. ¿Piensa salir con esta calor?

Palabra del Dia

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