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Allá abajo, el río lo llama, la cascada muge sordamente a través de la noche silenciosa, y las gotas que saltan brillan a los rayos de la luna. Ella deja caer su cabeza hacia atrás, sobre el brazo de Juan; una sonrisa dolorosa vaga por su boca entreabierta; sus párpados se han alzado, y en su pupila obscura se refleja la luna. ¿Dónde estamos? murmura. A la orilla del agua dice él jadeante.

La impresión ante el cuadro no tiene aquella intensidad soberana de la que nace bajo el espectáculo de la montaña; el clima, las aguas, la verdura constante, el muelle columpiar de los árboles dan un desfallecimiento voluptuoso, lánguido y secreto, como el que se siente en las fantasías de las noches de verano, cuando todos los sensualismos de la tierra vienen a acariciarnos los párpados entreabiertos...

Sus párpados ligeramente enrojecidos y la vehemencia con que le apretó sobre su pecho, fueron las únicas muestras de emoción por la muerte de su padre. Luis dijo con brevedad, como si sus palabras fuesen oro, sigue tu carrera: después irás al extranjero. Estudia... no vaciles ante los gastos. El viejo no ha muerto: si antes era yo tu hermano, ahora soy tu padre.

Se va a buscar un libro, un dulce y antiguo amigo y, sin querer, los ojos se desvían desde las primeras líneas; la mirada vaga, los párpados se abren y se cierran sin saber por qué. Es en esas horas de somnolencia y de dulce quietud cuando nuestros corazones se abren por mismos.

Adiós... adiós...; mira, las leyes de la naturaleza son las que te hacen caer, desprenderte de mi seno.... Adiós, hija mía, manecita mía; adiós... adiós.... Hasta la eternidad». Y la figurilla, que por lo visto era de cera, se desvanecía, se derretía en aquella bruma caliginosa, que envolvía a la criaturita y a ella también, a Emma, y la sofocaba, la asfixiaba.... Abrió los párpados con sobresalto, y vio a Bonis que, con la mirada de Agnus Dei, como ella decía, enternecida, clavaba sus ojos claros en el vientre en que iba su esperanza.

Había momentos en que se humedecían sus párpados; pero el más leve rumor daba fuerzas al miedo de ser sorprendida, y ahogaba la inoportuna lágrima, trocando en dulce sonrisa el salado llanto.

Para suplir su ausencia nadaban otros animales de la misma especie, blancuzcos, largos, de grandes aletas, con los ojos siempre abiertos por falta de párpados movibles y una boca hendida en media luna debajo de la cabeza, al principio del estómago.

De vez en cuando levantaba un poco los párpados y dirigía una mirada afectuosa a su hijastra arrodillada. El sacerdote leía con voz nasal, quejumbrosa, las oraciones de su libro. Así murió la duquesa de Requena. ¡Dejadla, dejadla partir! Algunos días después, Clementina y su marido, a pesar del odio inextinguible que se profesaban, celebraban largas y frecuentes conferencias.

4 No des sueño a tus ojos, ni a tus párpados adormecimiento. 6 Ve a la hormiga, oh perezoso, mira sus caminos, y sabio; 7 la cual no teniendo capitán, ni gobernador, ni señor, 8 prepara en el verano su comida y en el tiempo de la siega allega su mantenimiento. 9 Perezoso, ¿hasta cuándo has de dormir? ¿Cuándo te levantarás de tu sueño?

Si no quedó tuerto Gillespie, fué porque los dos poetas, al retroceder para que su golpe fuese más terrible, desviaron un poco la lanza, rasgándole únicamente uno de los párpados. El Hombre-Montaña echó atrás la cabeza, separando los ojos de las ventanas con un pestañeo doloroso, pero inmediatamente puso su boca en una de ellas.