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Actualizado: 13 de junio de 2025
Cuando fallecía alguna persona de estas familias, el padre Ortega se hacía poner en las papeletas de defunción como director espiritual, rogando que la encomendasen a Dios.
Estuvieron empeñadas dos días y al siguiente fueron rescatadas por una señora que se cubría la cara y, muy probablemente, por cuenta de uno de esos compradores de papeletas que pululan por París.
Ese maldito asunto está muy presento en mi espíritu. Sí, todo lo que acaba usted de contar es exacto, repuso Tragomer; el pobre Jacobo desempeñó las joyas, pero negó siempre haber vendido las papeletas. Pretendía que el verdadero asesino las había robado y desempeñado las alhajas antes de que el crimen fuese conocido.
¿Ves estas papeletas verdes? dijo a Gabriel . Pues son las más caras: dos pesetas cuesta cada una. Con ellas puede verse lo más importante: el Tesoro, la capilla de la Virgen, el Ochavo con sus reliquias, únicas en el mundo.
Vamos a cuentas, cielo y tierra: ¿perdería algo el estanque del Retiro porque se sacara de él una gota de agua? Esto pensaba, cuando Almudena, volviendo de una meditación calculista, que debía de ser muy triste por la cara que ponía, te dijo: «¿No tenier tú cosa que peinar? No, hijo: todo empeñado ya, hasta las papeletas. ¿No haber persona que priestar ti? No hay nadie que me fíe ya.
De veras que desconfiaba, porque cuando ella extendió sus manos para coger las papeletas, acudió él a defenderlas como se defiende una propiedad sagrada. «Tate, tate; déjame esto aquí. Yo lo guardaré...». Bueno, mételo en el cajón de la mesa de noche, y también el cuchillito. Yo te prometo no tocarlo. ¿Me lo juras?
Al mayordomo de Valhondo que libre de quintas al hijo del guarda. Decir al ministro que no voto a favor de la desviación del canal, porque no conviene a los intereses de aquellos pueblos. Mandar, según costumbre, lo que haga falta en el Monte para desempeñar las herramientas de trabajo y máquinas de coser cuyas papeletas venzan este mes.» Todo lo cual indicaba que aquel rico merecía serlo.
Cargó con él la moza, y D. José y su ahijada se quedaron solos en presencia de las papeletas. «Es preciso echar un esfuerzo, echar mano de todo. ¡Cuánta papeleta!» exclamó el santo varón cruzando sus manos con ademán piadoso. Isidora las pasaba, las leía, las iba contando. ¡Ay!
El cardenal confía en mí, el cabildo me distingue con su afecto, el Obrero no tiene otra esperanza que mi auxilio. Gracias a las papeletas puede ir tirando la catedral y conservar su antiguo aspecto de grandeza, para que venga el público a admirarla. Somos más pobres que las ratas. Y gracias que nos quedan para remediarnos algunas migajas de nuestro pasado.
Entonces, ¿por qué matarla, pues que ella misma le había dado todo cuanto tenía? Las papeletas valían, lo menos veinte mil francos... Jacobo debía una suma igual á la caja del círculo. La deuda fué pagada en el momento preciso, las papeletas fueron presentadas el mismo día y las alhajas desempeñadas... Lea Peralli vivía aún en ese momento; murió aquella misma noche... ¡Ah!
Palabra del Dia
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