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Actualizado: 11 de junio de 2025
De veras que desconfiaba, porque cuando ella extendió sus manos para coger las papeletas, acudió él a defenderlas como se defiende una propiedad sagrada. «Tate, tate; déjame esto aquí. Yo lo guardaré...». Bueno, mételo en el cajón de la mesa de noche, y también el cuchillito. Yo te prometo no tocarlo. ¿Me lo juras?
Y yo dijo Van-Stael, irguiéndose y mostrando sus manos callosas estoy sintiendo ganas de ataros a los quince por las trenzas y abandonaros en la bahía, ¡Pillos!... ¡Ah! ¿Tenéis miedo, conejos del Celeste Imperio?... ¡Mil truenos!... Yo no os he contratado para que deis un viaje de placer alrededor del mundo, señores míos... ¡Van-Horn, sujeta a este cobarde que dice que quiere abandonar esta costa, y mételo en la barra por tres días!... ¡Y vosotros al trabajo, o, palabra de marino, os hago sentir lo que pesan mis manos!... ¡Yo me entenderé con los salvajes! ¡Vosotros, a vuestra obligación, y vivo!
Sancho nací, y Sancho pienso morir; pero si con todo esto, de buenas a buenas, sin mucha solicitud y sin mucho riesgo, me deparase el cielo alguna ínsula, o otra cosa semejante, no soy tan necio que la desechase; que también se dice: "Cuando te dieren la vaquilla, corre con la soguilla"; y "Cuando viene el bien, mételo en tu casa".
¡Ah! fuiste indudablemente bien desgraciada, ó Córdoba. No habia caido aun la república en manos de los emperadores, cuando eras ya colonia y viste cubierto de monumentos tu recinto; de quintas, tu campiña. Viriato pasó junto á tus muros y no tuviste que sentir el peso de sus armas. Metelo dió en tu seno sus espléndidos banquetes: César, el mismo César, te coronó de gloria.
Palabra del Dia
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