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Actualizado: 15 de junio de 2025
Los habitantes de esta poblacion, que asiende al total de mil ciento setenta, pertenecen á la nacion tacana, y tanto sus costumbres como sus trajes los asemejan enteramente á los Tumupaceños. Sacan tambien el aceite de otras especies diversas de palmeras, como del comoruru, por ejemplo, que tiene la corteza espinosa, y de la tuema y del asajo.
A la caída de la tarde, Fermín, después de vagar un buen rato por las calles, para dejar algún espacio entre la salida de la oficina y su visita al amo, se dirigió al ostentoso hotel de la viuda de Dupont. Pasó la verja y el portal con la facilidad de un antiguo servidor de la casa. Se detuvo un instante en el patio, de blancas arcadas, entre los macizos de plátanos y palmeras.
Al moro de África se le ve, por su casa de piedra bordada, que conoció a los hebreos, y vivió en bosques de palmeras, defendiéndose de sus enemigos desde la torre, viendo en el jardín a la gacela entre las rosas, y en la arena de la orilla los caprichos de espuma de la mar. El negro del Sudán, con su casa blanca de techo rodeado de campanillas, parece moro.
Muchos de aquéllos, fatigados de admirar palmeras y caseríos blancos, acababan por volver las espaldas, refugiándose en los sitios más frescos y sombreados. Únicamente sentían verdadero interés por el país de su destino, la tierra de la esperanza, donde les aguardaba, según sus informes, la fortuna impaciente. Ellos iban a Buenos Aires.
Allá, entre las palmeras, brilla, blanco y como de encaje, el minarete del palacio de arquerías de Argel, por donde andan, como reyes presos, los árabes hermosos y callados.
Lubimoff hasta tiene la sospecha de que uno de sus duelos fué por esta patrona de casa de huéspedes. Los restos de su fortuna le proporcionan una renta para vivir en modesto bienestar. Será uno más entre los náufragos que se retiran á la Costa Azul para acordarse, bajo las palmeras, de sus triunfos olvidados. Su viejo ayuda de cámara le acompañará en este destronamiento.
Situado en un llano, sobre una pendiente apénas perceptible que se inclina al sud, y al pié de un cerro de forma cónica, este pueblo se halla tambien circundado por colinas bajas, pero que van levantándose gradualmente hácia el norte hasta llegar á formar altas montañas, las que se ven coronadas de palmeras cuyo elegante follage se entremezcla con las copas gigantescas de los árboles mas robustos.
Los alrededores del fuerte del Príncipe de Beira se hallan poblados de bosques espaciosos, donde sobresalen las palmeras: las colinas inmediatas, colocadas en forma de anfiteatro, se levantan gradualmente hácia el nordeste, viniendo á quedar su punto culminante bastante retirado.
Lo mismo que aun en nuestros días, soldados sedicentes civilizados obligan á someterse á los habitantes de un oasis derribando las palmeras que son la vida de una tribu, así también sucedió frecuentemente que, para vencer á los montañeses, talaron los árboles que servían á los pueblos de salvaguardia contra la destrucción, ya los invasores á sueldo de algún señor, ya los pastores de otro valle.
Por el lado de la población y de sus calles llenas de polvo, las altas murallas coronadas de almenas y agujereadas de trecho en trecho por algunas angostas aberturas, presentan un aspecto terrible; pero cuando se ha penetrado en el recinto y se han pasado las bóvedas, los corredores y las arcadas, se nos presenta el jardín rodeado de elegantes columnas que recuerdan los esbeltos troncos de las palmeras.
Palabra del Dia
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