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Actualizado: 23 de junio de 2025
A mí me pareces otra cosa: un orillero de Palermo con ínfulas de hombre de campo dijo Lorenzo. Mejor estaría de frac y sombrero de copa, ¿no?... ¡Sin duda! Cuando menos, Melchor, estarías en traje más propio de tu condición. En ese momento apareció Ramona y dirigiéndose a Melchor le entregó un perfumado pañuelo de manos, diciéndole: Tanto pedírmelo y se iba sin él. Es verdad, gracias.
Las primeras escenas representan las calaveradas de Leónido, joven libertino de Palermo, que, al parecer, inclinado á la perversión y como si tal fuera su propósito, demuestra querer apurar la copa del vicio.
Una tarde venía por bajo los sauces de Palermo el sargento Gómez, cuando de repente se topó con un ladrón, conocido por el apodo de Silvita que, acompañando a un individuo que respiraba honradez por todos sus poros, se ocupaba en contar los árboles del bosque.
Aseguró, en tono desdeñoso, que aquí estamos muy atrasados en estas cosas, que son tan importantes en todo país civilizado. «Créame, señorita agregó con gravedad imponente: después de haber estado en Longchamps y en Epsom, en los grandes hipódromos de París y Londres, no se puede ir a Palermo.
Por eso quería hacerse rico de prisa, para tener algo que ofrecer a la novia y con qué amansar a los padres: la lotería, la Bolsa y la timba de clubs y cafés, todo lo ponía a contribución; hasta entonces su estrella seguía nublada, pero el gran día llegaría... porque forzosamente tenía que llegar. Entretanto, ¿a dónde iba? Por la tarde debía encontrarse en Palermo: ella estaría.
Que me guste desesperadamente, muy bien. Pero que vaya yo a exigir el pago de un pagaré de amor firmado sobre una carpeta de meningitis, ¡diablo! eso no. Nueve de la mañana. No es hora sobremanera decente de acostarse, pero así es. Del baile de lo de Rodríguez Peña, a Palermo. Luego al bar. Todo perfectamente solo. Y ahora a la cama.
El lujoso faetón les espera, y se dirigen a Palermo, soñando que al siguiente día andarán con el oro a paletadas. La cara que ellos llevan, iluminada por la esperanza que la inconsciencia de la edad alimenta, no la muestran todos los que en la Bolsa han entrado.
Y como si presentase á otra persona, dijo sus nombres ceremoniosamente: Archibaldo von Kramer, teniente de navío de la flota imperial... Su personalidad de diplomático no era enteramente falsa. Había servido como agregado naval en varias Embajadas. Luego le dió instrucciones para el regreso. Podía esperar frente á Palermo. Un bote vendría en busca suya para llevarle á tierra.
Era cochero de mi tía, y cuando Alejandro empuñaba las riendas de la calesa de la señora de Berrotarán, los tordillos negros de mi tía, al tomar el trote largo, eran la pareja más famosa que por aquellos tiempos trotaba en la calle de la Florida y en el camino de Palermo.
Siempre se cree que es de mal tono no invitar al brillante desconocido, que ha aparecido una noche en la platea del Colón, o un domingo en el bosque de Palermo. Me acerqué a Blanca; la cumplimenté; me tendió la mano sonriendo, y me dijo: Seremos grandes amigos... Soy su tía... agregó con una sonrisa. Lo seremos le contesté con afecto.
Palabra del Dia
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