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Actualizado: 13 de mayo de 2025
Pues yo no me escapo replicó el joven con resolución. No he cometido ningún delito. D. Andrés, por los clavos de Cristo, se esconda... Mire usted que no sabe a lo que se expone. Estos paisanos son muy ladinos y le van a armar una trampa. Nada, nada; no me escapo.
A imitación de otros muchos paisanos que habían llegado con dinero de Cuba antes que él, aspiraba a ennoblecer su sangre y adquirir mayor prestigio uniéndose a alguna señorita pobre de la villa, abandonada por esto y por vieja de los jóvenes. Pero aunque no la mostrase, la procuraba alguna salida.
De cinco años á esta parte, poco mas ó menos, comenzaron los Miguelistas en las cabezas de sus tierras á perseguirlo como ladron; y si cierto sacerdote no hubiese intercedido al capitan de los estancieros, lo hubieran muerto, como lo tenia bien merecido. Pero dejándolo vivo, lo llevaron á su pueblo con casi 20 de sus paisanos ó compañeros.
Puede afirmarse que todo villaverdino, al meterse en la cama por la noche, sabe de cualquiera de sus paisanos cuántas cucharadas de sopa se engulló ese día, así se trate del vecino más conspicuo como del bracero más humilde. Villaverde no pasará nunca de perico perro. ¡Qué ha de pasar!
Confiad en Dios, que cesará el mal. Grande será el premio que tendréis allá en el cielo por los trabajos y fatigas que padecéis por dar á conocer á Dios á vuestros paisanos.
Todos los demás individuos de paraguas encarnado y gorro negro eran también lucios y gorditos, señal indudable de no ser gente muy dada a la penitencia. Pronto encontró Salvador a su amigo, y no le encontró embriagado ni jugando, sino en tertulia con otros tres militares y dos paisanos. La sorpresa y alegría del coronel fueron grandes.
Esa morada oscura, ese castillo viejo y ruinoso, eso que parece más bien la barraca de unos pescadores, es el local de la Municipalidad de Paris: el locutorio de los paisanos ó del pueblo, le parloir aux bourgeois. La Municipalidad quiso entonces mejorar de vivienda, y resolvió comprar la casa de la Greve.
Corría por todo el valle un estremecimiento singular, el ansia y la inquietud que despierta siempre lo desconocido. En los lagares, en las tierras, en los senderos de las montañas y en torno del lar no se hablaba de otra cosa. Los paisanos en general, aunque un poco recelosos, se mostraban satisfechos.
Yo que he nacido en él y en él he vivido siempre, aún me siento impresionado cuando al abrir las ventanas de mi cuarto por la mañana fijo la vista en las altísimas montañas que tenemos enfrente. ¡Qué bien se destacan sobre el fondo azul! ¡Qué pureza de líneas! ¡Qué contornos! Pero miro en seguida hacia abajo y viene el desencanto, condesa. Los paisanos no corresponden al país.
Es curioso notar que mis paisanos, los budistas villaverdinos, nunca se alegran y regocijan como en día tan lúgubre y de tan penosas memorias. No podía suceder de otra manera en la ciudad de las «almas tristes». ¡Cómo suspiré en el Colegio por aquella fiesta y aquel paseo! Así es que al ver que tía Carmen seguía bien me encaminé hacia Barrio Viejo.
Palabra del Dia
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