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Actualizado: 13 de mayo de 2025
Pero no surtió efecto el deseo de que ellos quiesen llegarse, gritando en alta voz: Pée pemomba ore camarada Buenos-Ayres viarupi, que en castellano quiere decir, que temían de nuestra gente, quienes habían destruído á sus paisanos en los confines de Buenos Aires.
Pero á su turno la burgosía ó clase media de ciudadanos dominó como privilegiada, oprimiendo á los paisanos, hasta que la revolucion francesa, en 1798, y luego el «Acto de mediacion», fundaron la igualdad democrática, La lucha sangrienta de 1833 redujo á Basilea á sus proporciones actuales, quedando el primitivo Canton dividido en dos entidades políticas independientas.
Sabía medir el peligro y ver la situación real de las cosas sin exageraciones y sin alarmas. Para los negocios y para la guerra el hombre necesita ser frío. Martín comenzaba a impregnarse del liberalismo francés y a encontrar atrasados y fanáticos a sus paisanos; pero, a pesar de esto, creía que don Carlos, en el instante que iniciase la guerra, conseguiría la victoria.
En el invierno hace allí gran frío y también hiela, lo que á los paisanos, aunque andan desnudos, no causa molestia, por tener la piel con dos dedos de callos, y por eso son robustos, forzudos y de mucho aguante, de suerte que hay hombres y mujeres que pasan de los cien años, y mueren sin otra enfermedad que la vejez.
Pero no, no todos los paisanos han de ir al cielo; muchos aún duran en mal estado, y obstinados en sus costumbres gentílicas.
Nombra a todos los soldados generales, como quieren algunos, y se acabó el ejército; haz a todos los jefes soldados rasos, como piden otros, y no habrá quien dirija; total, el mismo resultado. Pues esto aplícalo a los paisanos, y comprenderás por qué pienso yo como pienso.
La confusión fué entonces espantosa: avanzó la tropa; retrocedieron los paisanos, no sin disparar bastantes tiros y agitar las navajas, arma para ellos más segura que el trabuco. La gente de la calle sintió el retroceso de los del portal, y se replegó, abriéndoles paso.
En honor del pueblo de Cádiz, debo decir que jamás vecindario alguno ha tomado con tanto empeño el auxilio de los heridos, no distinguiendo entre nacionales y enemigos, antes bien equiparando a todos bajo el amplio pabellón de la caridad. Collingwood consignó en sus memorias esta generosidad de mis paisanos.
El pomposísimo Cicerón, en sus días de murria, cuando no tenía un real, y se olvidaba de los grandes autores del siglo de Augusto, y renegaba de Villaverde, y no se le daba un ardite la susodicha empresa del glorioso blasón, me decía de sus paisanos: ¡Unos verónicos! ¡Unos verónicos! ¡Ni buenos ni malos! ¡Para ellos... ¡ni pena ni gloria!
La muchedumbre, curiosa, se agitó entre las cabezas de las dos procesiones. ¡Bronca!... Los encapuchados negros no respetaban gran cosa a los «judíos» y a su espantable capitán. Este, por su parte, tampoco quería salir de su fría altivez. La fuerza armada no debe mezclarse en las reyertas entre paisanos.
Palabra del Dia
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