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Actualizado: 2 de mayo de 2025
En él el duque de Osuna, de su propio puño y letra, declaraba ser hijo suyo natural, el conocido por hijo del capitán inválido de infantería española Jerónimo Martínez Montiño, conocido bajo el nombre de Juan Montiño; le reconocía públicamente, le daba su apellido y los derechos que como á tal hijo natural suyo le correspondiesen; firmaban como testigos Jerónimo Martínez Montiño y un Diego Salgado, ayuda de cámara del duque.
¡Ah! ¡ah! ¿y no habéis encontrado para vuestra comparación otra dama que doña Catalina de Sandoval? Es tan hermosa como lo era en otro tiempo la duquesa de Gandía, tan viva como ella, y tuvo la fortuna ó la desgracia de encontrarse una noche á obscuras en El Escorial con el duque de Osuna, como doña Catalina en el alcázar con...
Román Montero. Antonio de Nanclares. D. Tomás Ossorio. Sebastián de Olivares. Luis de Oviedo. Alonso de Osuna. Marco Antonio Ortiz. D. Francisco Polo. Dr. Martín Pegión y Queralt. Tomás Manuel de la Paz. José de Rivera. Jusepe Rojo. José Ruiz. El maestre Roa. Maestro Fr. Diego de Rivera. Bernardino Rodríguez. Felipe Sicardo. Bartolomé de Salazar y Luna. Vicente Suárez. Fernando de la Torre.
Pero cuando una santa se encuentra á obscuras en una galería apartada con un hombre, tal como el duque de Osuna, por lo mismo que es una santa, se encuentra sin saber cómo en la situación en que se halla la duquesa de Gandía.
Los duques de Osuna y Alba tienen bibliotecas particulares repletas de tesoros y primores, y casi nadie las visita ni consulta. Entre las cinco ó seis públicas que pude ver debo citar la nacional y la del Congreso. La primera, casi escondida en un rincon de Madrid, en un pobre edificio, está muy mal alojada y en completo desórden.
El hubiera preferido una condición humilde, afanosa, con padres legítimos, á la riqueza y á la consideración que le daba la circunstancia de ser hijo bastardo reconocido de aquel poderoso magnate, á quien llamaban por excelencia el gran duque de Osuna, conde de Ureña.
Cuando el presidente dio la orden de hacerla pasar, hubo un prolongado rumor en el auditorio, al cual siguió silencio sepulcral. Todos los ojos estaban vueltos hacia la puerta con expresión de intensa curiosidad. Pareció, al fin, la hija de Osuna. Vestía con modestia y elegancia al mismo tiempo.
De muy distintas impresiones participaba el jorobado Osuna, administrador de Montesinos, en aquel momento. Ya sabemos que se había situado lo más cerca posible de D.ª Teodora. Era también un hombre místico a su manera; pero en vez de buscar la unión con la Divinidad en abstracto, se placía en realizarla de un modo concreto, por mediación de las mujeres gordas y frescas.
¡El duque de Osuna! ¡Dios mío! ¡pero esto no puede ser! ¡no, no, señor, vos me engañáis! ¡el duque de Osuna, cómo había de reparar en mí! ¿Conoces tú al duque de Osuna? Le he visto entrar muchas veces en casa. Y yo te he visto á ti muchas veces, y me he enamorado de ti. ¡Oh Dios mío! Entra un tanto, que me voy á dar á conocer de ti.
El valiente toledano celebra á D. Francisco de Ribera, famoso marino del tiempo de Felipe III. Esta comedia, en que el duque de Osuna aparece en el teatro, hubo acaso de representarse en vida del tan renombrado virrey de Nápoles, puesto que, después de su caída, no es de presumir que se le alabase tanto.
Palabra del Dia
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