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Actualizado: 24 de junio de 2025


No, Rosa no sabía otro, o no quería contarlo: gustaba más de oír los suyos, llenos de enredo y movimiento. Como la alegría de la joven era constante, y ninguna sombra alteraba la serenidad de su rostro ni la paz de aquellos largos y sabrosos coloquios, Andrés había llegado casi a olvidar, en su egoísmo, la triste situación en que se hallaba la pobre niña dentro de casa.

Ignoran mi secreto; creen, como todo el mundo, que se trata de un simple protegido ó de un pequeño amante: no comprenden esta desesperación por un hombre... Por eso juego tanto; es lo único que me preocupa verdaderamente y me hace olvidar por unas horas; es mi anestésico.

Yo soy el peregrino que cruzando Del Andes la region encanecida, Admiré entre las nieves escondida Una flor de bellísimo color: Aquella flor en medio del desierto Me hizo olvidar de la aridez del suelo, Y encontré en el camino algun consuelo Recordando lo suave de su olor.

Rudos vaivenes de fortuna le habían hecho pasar de una abundancia absurda á una miseria de vagabundo. Pero evitaba hablar de sus aventuras en otros países y sus relatos eran siempre sobre la vida que había llevado en Patagonia. No podía olvidar un horrible sed sufrida en aquella altiplanicie que empezaba al borde de la cortadura del río Negro, extendiéndose hasta el estrecho de Magallanes.

Casi llegó a olvidar a los enemigos que le rodeaban. Pensaba con inquietud en Margalida. Sintió el escalofrío del enamorado cuando adivina la proximidad de la mujer adorada y duda de su suerte, temiendo y deseando al mismo tiempo su aparición.

Ocupados de aquella suerte disfrutaban la dicha de olvidar, de borrar los años transcurridos volviendo á la edad de la niñez. Roma ingrata, Cartago destruida, sus patrias respectivas, poco, muy poco pesaban á su conciencia, no dejando ninguna traza en su corazón, como no la deja el rizo de la onda.

Tuvo miedo de vivir en aquella casa sin Feli. Sentía el terror de los que pierden a un ser querido y no osan penetrar en la mortuoria habitación. ¿Qué iba a hacer solo en aquel extremo olvidado de Madrid, entre las gitanas que le recordarían a la amante?... Necesitaba ver gente nueva, aturdirse, olvidar su tristeza. Aquella noche volvió a la redacción, después de una ausencia de tantos meses.

sabes que el amor es egoísta. Llegué á olvidar la muerte de tu hijo... Además, yo no soy la verdadera culpable: son los otros.

Juan se resistió a satisfacerla, alegando razones diversas. «No me marees, hija... Ya te he dicho que quiero olvidar eso...». Pero el nombre, nene, el nombre nada más. ¿Qué te cuesta abrir la boca un segundo?... No creas que te voy a reñir, tontín.

No había tempestad que la detuviese; no existía alegría que la hiciera olvidar; estaba en todas partes; se acordaba de todos.

Palabra del Dia

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