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Actualizado: 3 de mayo de 2025
Don Quijote, que siempre fue comedido, condecenció con su demanda y cenó con ellos; quedóse Sancho con la olla con mero mixto imperio; sentóse en cabecera de mesa, y con él el ventero, que no menos que Sancho estaba de sus manos y de sus uñas aficionado.
Acercóse un paje. Ve á aquel aposento le dijo y lleva un servicio de mesa, un pastel de olla podrida, un capón de leche asado, un besugo cocido, un pastel hojaldrado, frutas y confituras, y dos botellas de vino de Pinto, á un hidalgo que se llama Juan Montiño, que es mi sobrino, hijo de mi hermano: sírvele bien, hijo, sírvele, y guárdate por el servicio las sobras, que bien podrás sacar de ellas dos reales.
Eran versos disparatados e ingenuos en honor del «Cicerón español», del «paladín de la fe y las tradiciones»; testimonios de entusiasmo de algunos curas de misa y olla, que, al venir a Madrid, no habían querido tornar a sus pueblos sin ver la tumba de su grande hombre. El hule caído parecía reírse con sus arrugas de tales elogios, que sonaban a falso en este abandono. Maltrana examinó las firmas.
Certificóme que era verdad. Yo, que conocí la casa, lo creo; dígolo porque no parezca encarecimiento lo que dije. Y volviendo a la lección, dióla, y decorámosla. Y proseguí siempre en aquel modo de vivir que he contado. Sólo añadió a la comida tocino en la olla, por no sé qué que le dijeron un día de hidalguía allá fuera.
Y mientras Hullin contemplaba tales escenas, desgarrándosele las entrañas, un individuo de la vecindad, el panadero, salió de su casa llevando una gran olla llena de caldo. Fue digno de ver entonces a aquellos espectros agitarse, brillarles los ojos, dilatárseles las narices; parecía que volvían a la vida. ¡Los desgraciados estaban muertos de hambre!
Que ha esperado a la señora toda la tarde... ¡Cómo había de ir, si andaba buscando al caballero canijo!... Un recadito nos dio para usted por si la veíamos. ¿Qué dice? A ver si me acuerdo... ¡Ah! sí: que no compre la olla... La olla de los siete bujeros... que él tiene una que trajo de su tierra. ¿Y qué? ¿Van a poner fábrica de coladores? Si no, ¿para qué son tantos ujeros?
Es una casa vieja y les aseguro que han venido muchas personas a visitarla en los años que llevo de estar en ella. A través de la pieza se veían las negras y viejas vigas con dos siglos de existencia, mientras en un rincón estaba la anticuada chimenea que presentaba un aspecto confortable y atrayente con su asiento de roble bien lustrado, y la gran olla hirviendo sobre el alegre fuego.
En dicho camino es notable un puente que se eleva sobre el río Olla, dedicado á Nuestra Señora de la Sacristía, según leímos en la piedra. En Majayjay, fuí á parar á la casa del suizo D. Gustavo Tóbler, excelente naturalista, radicado y casado en el país. Jamás olvidaré las horas que pasé al lado de aquella inteligencia verdaderamente cosmopolita, y de aquella actividad incansable.
El mar estaba absolutamente terso en toda su extensión. En la cocina hervía aún una olla con papas. Como ustedes comprenderán, el terror supersticioso de nuestra gente llegó a su colmo. A la larga, seis se animaron a llenar el vacío, y yo fuí con ellos. Apenas abordo, mis nuevos compañeros se decidieron a beber para desterrar toda preocupación.
-Cuando yo servía -respondió Sancho- a Tomé Carrasco, el padre del bachiller Sansón Carrasco, que vuestra merced bien conoce, dos ducados ganaba cada mes, amén de la comida; con vuestra merced no sé lo que puedo ganar, puesto que sé que tiene más trabajo el escudero del caballero andante que el que sirve a un labrador; que, en resolución, los que servimos a labradores, por mucho que trabajemos de día, por mal que suceda, a la noche cenamos olla y dormimos en cama, en la cual no he dormido después que ha que sirvo a vuestra merced.
Palabra del Dia
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