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Actualizado: 23 de junio de 2025
El esposo ofendido finge no haber visto nada, para que su honor no padezca, si este hecho se hace público, y resuelve vengar en secreto su secreto agravio. Pronto se presenta la ocasión para ejecutar su propósito. Al llegar á la ribera, dice que la barca se ha volcado á consecuencia de una ráfaga de viento.
Muy bien pagáis á mi fe El hospedaje por cierto Que os hicimos Blanca y yo: Ved qué contrarios efectos Verá entre los dos el mundo; Pues yo, ofendido, os venero, Y vos, de mi fe servido, Me dais agravios por premios. No hay que fiar de un villano Ofendido; pues que puedo, Me defenderé con esto. ¿Qué hacéis?
Entonces, volviéndose hacia el loco, el almadreñero dijo: Entra, Yégof, y ven a calentarte al lado del fuego. Yo no me llamo Yégof respondió el desdichado como si le hubiesen ofendido ; yo me llamo Luitprand, rey de Austrasia y de Polinesia. Sí, sí, ya lo sé, ya lo sé dijo Juan Claudio . Me has contado todo eso. De cualquier modo, no importa; te llames Yégof o Luitprand, entra.
¡Oiga! exclamó la duquesa afectando una risa ligera, como para demostrar que había pasado enteramente su terror : ¿conque queréis vengaros? Me han ofendido. ¿Quién? Mucha gente... Pero explicáos, si es que... podemos saber el motivo de vuestra venganza. ¡Ay, Dios mío! sí, señora. Y ¿quién os ha ofendido? Primero el conde de Lemos. ¡Vuestro esposo! Mi esposo... y me ha ofendido gravemente.
Pablo, al ver a Carmen, pareció vacilar de emoción, y se aumentó su palidez; pero reponiéndose, dijo todo turbado: ¡Perdonar, señor! ¿y de qué he de perdonar? ¡Al contrario, yo soy quien tiene que pedir perdón de tanto como he ofendido al pueblo...!
Y fue muy notable lo que se reparó comunmente, que ni en la ejecución de las sentencias, ni en el camino, siendo tan natural la compasión en quien mira padecer, de quien no se halla ofendido y más en mujeres y con mujeres y de pocos años, no se escuchó una voz de lástima, como sucede a cada paso cuando se lleva a la horca un malhechor.
En cuanto a lo del agravio inferido, no podía Algalia explicarse satisfactoriamente por qué se había ofendido Félix por una frase dicha con cierto carácter de generalidad.
¿Pero y en qué? En dar motivo para que le destierren de esta corte; ¡y qué motivo!, un motivo por el cual se ha puesto á nivel de ese rufián, de ese mal nacido, de ese Gil Blas de Santillana. ¡Ah, ah! Descender hasta... Pero eso debe ser una calumnia. No, señora; el conde de Lemos ha cedido á una tentación, y cediendo á ella me ha ofendido á mí... como que hay quien dice... ¡Calumnias!
¿Y V. por qué ha hecho eso? le pregunté con la falta de delicadeza, mejor dicho, con la brutalidad de que solemos estar tan bien provistos los caballeros. Por nada repuso desprendiéndose de mi brazo repentinamente y echando a correr. La seguí y la alcancé pronto. ¡Qué polvorilla es V.! le dije echándolo a broma ¡Vaya un modo de despedirse!... Perdón si la he ofendido...
Si me dais medios de que lo sea, os perdono. Rechazo vuestro perdón, y me asombro de que me lo ofrezcáis; ¿pues en qué os he ofendido yo? ¡Ay, triste de mí! ¡Qué desgraciada soy! Inclinó la comedianta la hermosa cabeza, y luego la levantó en un movimiento sublime. Su mirada resplandecía. Quevedo la miraba con asombro. No, no soy desgraciada dijo la Dorotea , sino muy feliz, felicísima.
Palabra del Dia
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