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Actualizado: 28 de noviembre de 2025


No se sabe cómo vivió; pero el caso es que vivió hasta la edad de ochenta años, ahorrando sus rentas íntegras y haciendo crecer su capital por medio de préstamos muy sobre seguro.

6 de los hijos de Adín, Ebed, hijo de Jonatán, y con él cincuenta varones; 7 de los hijos de Elam, Jesaías, hijo de Atalías, y con él setenta varones; 8 y de los hijos de Sefatías, Zebadías, hijo de Micael, y con él ochenta varones; 9 de los hijos de Joab, Obadías, hijo de Jehiel, y con él doscientos dieciocho varones;

Había ochenta y un días que el armada estaba allí, y viendo que ya me faltaba el agua y no la había para poder dar más ración que dos ó tres días, determiné de salir á dar la batalla, como lo había propuesto desde el principio, y ansí, dejando la parte por donde más fácilmente y sin peligro de ser sentido podría salirme, paresció mandar abrir una puerta que estaba tapiada á la parte de la marina y sacar por allí la gente, porque bajando la mar había harta plaza para ponerla junta, y en aquella parte no hacían centinela los turcos, y por todas las otras partes las tenían pegadas con el fuerte y era imposible salir un hombre sin que fuese sentido, y orden que seis capitanes de todas naciones tomasen la vanguardia con 300 soldados, é que yo con la demás gente é capitanes é hombres particulares, que serían otros tantos, los seguiría, dejando algunos capitanes á la retaguardia con orden que hiciesen caminar adelante la gente y degollasen á todos los que se retirasen, y á el primero si lo hiciese, porque aquella salida no era para volver al fuerte sin victoria, y esto, poniéndome yo á una parte de la puerta y á la otra Maroto, Sargento mayor de la infantería española de Nápoles, lo estuvimos diciendo á toda la gente que salía.

Los suspiros que daba los ponia Con gran sentimiento allá en el suelo: Sus carnes tan heladas las tenia Como la pura nieve y duro yelo, Y dice: "¡Cuan en breve aquí he perdido, Lo que en tan largos años he adquirido!" De mas de ochenta mil pesos pasaron Los que el Francés sacó de aquesta feria.

Ha, en eso de ciento treinta y cinco mil, dixo el Indio, hay su poco de ponderacion, porque no ha mas de ochenta mil que está poblada la India, y nosotros somos los mas antiguos; y Brama nos habia prohibido que nos comiéramos á los bueyes, ántes que vosotros los pusiérais en los altares y en las parrillas.

De San Rafael salieron por dos partes en busca de almas; una tropa de Taus ganó á la fe cuatrocientos y ochenta infieles, de nación Bacusones. La otra, de Tabicas, fué á las riberas del río Paraguay en busca de Curucanes.

Los candelabros de plata... el peligro de que su marido descubriese pronto que habían hecho un viaje a Peñaranda de Bracamonte... el medio de evitar esto... el señor de Pez, su ideal... ¡Oh, qué hombre tan extraordinario y fascinador! ¡Qué elevación de miras, qué superioridad!... Con decir que era capaz, si le dejaban, de organizar un sistema administrativo con ochenta y cuatro Direcciones generales, está dicho lo que podía dar de aquella soberana cabeza... ¡Y qué finura y distinción de modales, qué generosidad caballeresca!... Seguramente, si ella se veía en cualquier ahogo, acudiría Pez a auxiliarla con aquella delicadeza galante que Bringas no conocía ni había mostrado jamás en ningún tiempo, ni aun cuando fue su pretendiente, ni en los días de la luna de miel, pasados en Navalcarnero... ¡Qué tinte tan ordinario había tenido siempre su vida toda!

Encuéntranse seres vivientes en las aguas á una temperatura de ochenta á noventa grados de calor: y cuando el globo enfriado bajó á esa temperatura, entonces se hizo posible la vida. El agua había absorbido en parte el elemento de muerte, el gas ácido carbónico. Se pudo respirar.

Soplando por ella, disparan hasta a setenta u ochenta pasos de distancia unas flechitas de bambú que llevan en la punta una espina larga y aguda y en el otro lado un taponcito de médula vegetal que ajusta perfectamente en el hueco de la cerbatana.

A los dos años vivía en la ciudad como un personaje y afirmaba riendo que «no se dejaría colgar» por ochenta mil duros. Después, siempre hacia arriba, su fortuna llegó a una altura loca. Las gentes, asombradas, se decían al oído con cierto respeto supersticioso los miles de duros que ganaba en limpio al final de cada campaña.

Palabra del Dia

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