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Actualizado: 28 de noviembre de 2025
Debemos hablar también ahora de El conde Lucanor, porque esta comedia, en la forma en que se encuentra en la compilación de Vera Tassis, es el último arreglo de la del mismo título de 1661. Hado y divisa de Leónido y Marfisa, última comedia de Calderón, según el mismo Vera Tassis, y escrita á los ochenta y un años de su edad.
Así la novela, como hija de distintos progenitores, venía á ser la cosa más pintoresca, variada y original del mundo, y bien podía decir su autor: «yo, el menor padre de todos....» Imprimía, porque ningún editor la quería tomar, aunque yo, llevando mi modestia hasta lo sublime, la daba por ochenta reales al contado, y otros ochenta, pagaderos á plazos de dos duros en dos años.
Salvado Kane por los esquimales, que no habían sabido abusar de la fuerza que les daba el número, ni de la miseria extrema en que veían sumidos á los exploradores, déjales su embarcación en medio de los hielos. Débil, extenuado, consigue por medio de un viaje, que duró ochenta y dos días, volver al Sur, empero allí encuentra la muerte.
¡Mi mujer, mis hijos! exclamó extraviado; ¿hay alguien que pueda darme ochenta mil nacionales? ¡Una limosna, por Dios! Le sacaron de allí, en medio de la emoción de los circunstantes. ¡Oro 348! dijo una voz. El alboroto seguía, entretanto.
El santo Padre que no deseaba otra cosa, se puso al punto en camino, y llegando allá en pocos días, halló la gente tan bien dispuesta á recibir la fe de Cristo, que de una vez bautizó ochenta ó más niños. No quiso por entonces bautizar á los adultos, porque la experiencia le había enseñado á usar con ellos de lentitud.
Desde el día de San José que quitaron la sopa en el Sagrado Corazón, no había ya remedio para él; en parte alguna encontraba amparo; el cielo no le quería, ni la tierra tampoco. Con ochenta y dos años cumplidos el 3 de Febrero, San Blas bendito, un día después de la Candelaria, ¿para qué quería vivir más ni qué se le había perdido por acá?
Es muy fácil comprender que hay sin embargo un motivo, para que no quieran los habitantes recoger lo sobrante del cacao: esto es, porque el cura ó el alcalde no los fuercen á llevar sobre las espaldas, por el espacio de sesenta ó ochenta leguas hasta la capital, el acopio de estos frutos.
Derribóse el muro de oriente , y se abrieron los cimientos para el nuevo muro á distancia de ciento ochenta piés del antiguo en toda la línea de norte á mediodia.
De esta suerte, lo que absorbe el Gobierno como contribución, se derrama de nuevo como benéfica lluvia. ¿No es necedad que yo pague y no cobre? ¿No es bobada que yo contribuya y no distribuya? ¿No sería más discreto que yo imitase a Don Paco, el grande elector de este distrito, que paga diez y saca ochenta?
5 Y llamando a cada uno de los deudores de su señor, dijo al primero: ¿Cuánto debes a mi señor? 6 Y él dijo: Cien batos de aceite. Y le dijo: Toma tu obligación, y siéntate presto, y escribe cincuenta. 7 Después dijo a otro: ¿Y tú, cuánto debes? Y él dijo: Cien coros de trigo. Y él le dijo: Toma tu obligación, y escribe ochenta.
Palabra del Dia
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