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Actualizado: 1 de mayo de 2025
Observé que todas las miradas, lo mismo de los hombres que de las señoras, se volvían hacia ella con frecuencia, al tenor de lo que había pasado en la tertulia de Anguita la noche en que la conocí. Y, como entonces, la joven recibía aquel homenaje con perfecta naturalidad, sin ruborizarse ni envanecerse, sonriendo franca y bondadosamente, lo que prestaba a su rostro encanto irresistible.
Aguárdese usted un momento, voy a prevenir a la maestra me dijo Nieto, adelantándose. Observé que llamó a una mujer, habló con ella unas palabras, y esta se fue y volvió al cabo de unos momentos, diciendo: Pueden ustedes pasar.
De lo demás que vuecencia dice en su carta, no sé nada, ni me parece que haya nada, porque aunque después de leer la carta de vuecencia observé cuidadosamente á entrambos, sólo vi que se trataban como conocidos, sin interés alguno. Doy á vuecencia las gracias por la prueba de confianza que me ha dado en su carta, y quedo rogando á Dios por su vida.
No hay para qué asegurar que Granada tiene sus inevitables circos españoles: el de los toros y el de los gallos. El teatro, aunque sin lujo ninguno, es muy bonito, pero generalmente mal servido, como casi todos los teatros de España, en lo que toca al drama y la comedia. En Granada, como en todas las ciudades de España, observé una notable vulgaridad en la gran mayoría de los actores.
Cuando se fué don Rodrigo, observé que de una manera disimulada, pero curiosa, se informaba de si la cartera estaba en su sitio, y cuando aquella noche vino el duque de Lerma, le recibí con despego, le atormenté, me ofreció como siempre alhajas, y yo... yo le pedí que me trajese un escrito indudable de la reina.
La fe, como la certeza infalible de Dios, ha desterrado de ellos todos los elementos, cuya conservación es superflua, y de aquí que, en estas poesías, se observe cierto resplandor vaporoso y sorprendente, como si el mundo desapareciera en otro sobrenatural de dicha y bienandanza.» Las obras de esta clase son: El Príncipe constante.
Entonces le debo a usted en gran parte el que el pobre Blair me haya legado su secreto observé, añadiendo algunas palabras de agradecimiento y embargándome luego en profunda meditación sobre lo que acababa de revelarme. No hice más que cumplir con mi deber para con ambos ustedes fue su respuesta.
De antiguo cuidaron las autoridades de la ciudad del buen orden y gobierno de estos baños del Guadalquivir, dando multitud de providencias, bandos y edictos para evitar abusos, y así en los escritos publicados por el cabildo se hacía constar que: «Aunque no es de esperar que la gente de juicio falte á unas reglas que aspiran á su propia seguridad y á que se observe el mejor orden de honestidad y decencia... como hay personas que por satisfacer sus caprichos, sus vicios ó diversiones no perdonan medio alguno, aunque sea peligroso para conseguirlo, se castigará á éstas por la más ligera contravención.»
Pero mi curiosidad es extraordinaria. Cada una por su estilo es hermosa y está llena de no aprendida elegancia. No sé por cuál decidirme, si por la rubia o por la morena. Esta misma indecisión aumenta mi deseo de volver a verlas. Lo que observe en la nueva vista me decidirá o por la una o por la otra. Verdad es que en esta predilección sólo entra por algo el tiempo.
En esto transponíamos las puertas del Casino, y yo observé que el portero era tuerto. «¡Qué coincidencia! exclamé . Este portero tuerto, aquí donde se juega tanto dinero... ¿Es que habrá todavía en San Sebastián una crónica por hacer?» Pero Fernández Flórez ya había hablado también del portero tuerto...
Palabra del Dia
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