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Actualizado: 8 de junio de 2025


Pronunciaba palabras definitivas acerca del deber, en tanto que mis manos se perdían por la rolliza grupa de esta Elisa tan trémula. ¿Qué sucedió luego...? Creo recordar que la joven me condujo a un baile público y que me obligó a bailar. Debí escandalizar a los concurrentes habituales de aquel lugar, porque pronto nos plantaron en la calle. Yo era ya un pingajo.

Si hubiese un abismo por allí, es seguró, tambien que me obligaria á meter las narices en el abismo, como me obligó á mirar la cúpula desde la baranda de hierro, á la altura de un décimo piso. La verdad, dicho sea sin ofender á nadie, no tengo ninguna comezon por ser héroe ni en las profundidades, ni en las alturas.

A la una y media descubrieron el Pan de Azucar al oeste, y á las 5-1/2 á su barlovento, una embarcacion que navegaba al Rio de la Plata, y su vista los obligó á preparar la artilleria y las armas.

Pero algo más importante que la entrega de un par de guantes bordados, obligó á Ester entonces á solicitar una entrevista con un personaje de tanto poder y tan activo en los negocios de la colonia.

Quizá se habría prestado a perdonar a Marisalada en esta ocasión, si no se hubiera presentado muy en breve otra, que la obligó por fin a tomar la resolución de despedirla de una vez. Fue el caso que el hijo del barbero, Ramón Pérez, gran tocador de guitarra, venía todas las noches a tocar y cantar coplas amorosas bajo las ventanas severamente cerradas de la beata.

Domingo 30, tampoco se hizo cosa, y á las ocho de la noche refrescó demasiado el viento por el nord-este, levantando grande marejada, que se aumentó por instantes, rodeando por el oeste, hasta parar en un sud-oeste furioso, que los puso en gran peligro, y obligó á capear con solo la mesana, arreadas la antena mayor y la del trinquete.

Mi presencia te deshonra. Al decir esto se puso en pie, pero Reynoso la retuvo por una mano y la obligó a sentarse. No, no marcharás. Una mano invisible y todopoderosa te ha traído de nuevo a mis brazos. Acepto ese don como los acepto todos. Hoy era feliz; mañana lo seré también porque ¡nadie, nadie en este mundo puede hacerme ya desgraciado! Nunca te ha dejado mi corazón, Elena.

Al oírnos hablar del baile, nos obligó a callar; dirigió dos o tres frases hirientes a mi tío, por haberse permitido asistir al club y comenzó a contarnos su jornada. Parece que aquello había sido un campo de Agramante: que la emoción de mi tía había sido puesta tres veces a votación y que tres veces había sido rechazada.

Luis obligó al aperador a que le guiase, a pesar de sus protestas, y todos le siguieron. Cuando la alegre banda entró en la gañanía, la vio casi desierta. La noche era de primavera y los manijeros y el arreador estaban sentados en el suelo, cerca de la puerta, viendo el campo que azuleaba silencioso bajo la luz de la luna.

Y así la llevó hasta la habitación que ocupaba y la obligó a sentarse en una butaca. Elena estaba más muerta que viva: hizo algunos esfuerzos para hablar, pero la voz no salía de su garganta. Clara, que estaba en pie frente a ella, le dijo observándolo: No hables todavía. Voy a mandar que te hagan una taza de tila. Elena se apoderó de una de sus manos y la besó. Clara la retiró velozmente.

Palabra del Dia

rigoleto

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