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Actualizado: 9 de junio de 2025
En tres colas de ardilla se asentaba la taza de Adela, y a su chocolate se asomaban las dos ardillas, como a un mar de nueces. Dos quetzales altivos, dos quetzales de cola de tres plumas, larga la del centro como una flecha verde, se asían a los bordes de la taza de Ana: ¡el quetzal noble, que cuando cae cautivo o ve rota la pluma larga de su cola, muere!
Desde el delicado griñón, que no conoces, hasta la sabrosa pavía; desde la avellana hasta la pera de manteca, y variadas manzanas, ciruelas riquísimas, uvas, membrillos, melocotones, nueces y castañas, todo lo hallarás en sazón. Porque aquí reinan á un mismo tiempo las cuatro estaciones, según que subas ó bajes, ó que camines al Norte ó al Mediodía.
Como el clima afecta el desarrollo del árbol, hay una notable variación en la forma y composición de las nueces de la tagua que crecen donde las lluvias son excesivas y las que se recogen en los climas más secos.
Iban ya a ponerse en marcha, cuando una bandada de grandes pájaros cayó sobre el bosquecillo de nueces moscadas, y se puso a picar ávidamente la fruta. ¿Qué volátiles son esos? preguntó Cornelio.
Pieldras de diversas clases, mochas, mochas, que pronto formaron montones que no cabrían en ninguna casa: rubiles como garbanzos, perlas del tamaño de huevos de paloma, tudas, tudas grandes, diamanta fina en tal cantidad, que había para llenar de ellos sacos mochas, y con los sacos un carro de mudanzas; esmeraldas como nueces y trompacios como poño mío...
Eran, según ella, esmeraldas como nueces, diamantes que arrojaban pálidos rayos, rubíes como pepitas de granada, y oro finísimo, oro de la mejor ley, que valía cientos de miles.... Torquemada, después de abrir y cerrar estuches, encontró lo que buscaba: una perla enorme, del tamaño de una avellana, de hermosísimo oriente; y cogiéndola entre los dedos, la mostró á la vieja.
Las nueces lanzaban en sus sacos un alegre cloc-cloc cada vez que la mano del comprador las removía para apreciar su calidad; y un poco más adentro, como un tesoro difícil de guardar, estaba en pequeños sacos la aristocracia del casquijo, las bellotas dulzonas, atrayendo las miradas de los golosos.
Pero al fin la modista comprendió la burla, y renunciando á los artificios de la coquetería se resignó a pasar las horas leyendo novelas sentimentales, que la hacían llorará veces con enternecimiento, y comiendo almendras, nueces y avellanas, de que hacia una fuerte provisión todos los días en el comedor.
Los que no tenemos dientes hemos de abstenernos de muchas cosas; muchas gracias si uno puede comer sopas de ajos y tiene con qué pagarlas.... Algo he comprado: unas pocas castañas y nueces; pero no para mí, son para Vicenta, que aunque ya es vieja tiene una dentadura envidiable. Poquita cosa. Ya ves tú... para mí y la criada poco necesitarnos.
El gobierno del Ecuador cobra un derecho de un dólar por cada cien libras de nueces sin descascarar, y de un dólar y cuarenta centavos por las descascaradas.
Palabra del Dia
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