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Actualizado: 11 de mayo de 2025
Salió del café la Benina, gozosa, pensando que no había perdido el tiempo, pues si resultaban fantásticas las pieldras preciosas que en montones Mordejai pusiera ante su vista, positivas y de buena ley eran las cuatro perras, como cuatro soles, que había ganado vendiendo el inútil regalo del monomaníaco Trujillo.
Mordejai no vaciló un momento en la elección, y dijo a Su Majestad de baixo terra, que para nada quería tanta pedrería por fanegas, si no le daban muquier... «Querer mi ella... gustar mí muquier, y sin muquier migo, no querer pieldras finas, ni diniero ni naida».
Pieldras de diversas clases, mochas, mochas, que pronto formaron montones que no cabrían en ninguna casa: rubiles como garbanzos, perlas del tamaño de huevos de paloma, tudas, tudas grandes, diamanta fina en tal cantidad, que había para llenar de ellos sacos mochas, y con los sacos un carro de mudanzas; esmeraldas como nueces y trompacios como poño mío...
Palabra del Dia
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