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Actualizado: 20 de noviembre de 2025
Señores dijo el notario interrumpiéndose, ya es muy tarde y yo tengo la costumbre de madrugar; si me lo permiten ustedes, dejaremos para pasado mañana la conclusión de mi relato. El miércoles siguiente, era día de función en la Opera, y nos encontrábamos todos en la orquesta, exactos a la cita, y el notario no llegaba.
Porque ustedes saben, tan bien como yo, que las jóvenes sólo suelen entrar en la Opera para hacer suerte y alcanzar una posición brillante; realizado esto, y cuando llegan a ser ricas, se retiran, se hacen juiciosas y casan a su hija con un agente de Bolsa. O con un notario rectificó el profesor.
Yo era, desde hacía mucho tiempo, su notario y el de su familia; así, pues, su encargo me correspondía de derecho. En seguida procedimos a levantar los sellos judiciales. No les hablaré de los detalles del inventario, aunque no deje de haber mérito en un inventario bien hecho y bien dirigido.
Mi querido notario le dijo éste, arrastrándole hasta un rincón, el carnaval permite indudablemente muchas cosas; pero recordad quien sois, y cambiad de tono si os place. Pero, cheñor marquech... ¡Otra vez!... Ya veis que soy paciente, pero os ruego no abuséis. Excusaos ante la marquesa, leednos el contrato de boda, y buenas noches.
¿Os imagináis exclamó, que me caso con el notario por su cara? ¡Para eso me hubiera casado con mi primo Rodrigo, que, aunque menos rico, es mucho más guapo que él! Doy mi mano a M. L'Ambert porque es un hombre galante, que ocupa una posición envidiable en el gran mundo; por su carácter, sus caballos, su hotel, su talento, su sastre; todo en él me agrada y me encanta.
A encarrilar su alma, a cultivar su espíritu, a hacer bien a su prójimo, a llenar los deberes de su estado. ¡No es preciso poseer una nariz prominente para ser buen cristiano, buen padre de familia y buen notario! ¡Notario! replicó él con amargura poco disimulada, ¡notario! En efecto, eso aun lo soy.
Señora dijo el notario a la condesa . Os estáis perdiendo vos misma. Tenemos pruebas, pruebas irrecusables. ¡La cárcel va a abrirse para vos! ¿Qué pruebas podéis tener de una historia que es mentira? Un documento firmado por vos, señora. Un documento falso. Esperad, vais a quedar anonadada.
Me encuentro muy bien, querido señor Hardoin respondió Liette en tono firme. Estoy ya curada, y vengo a consultar a usted para un documento... ¿Es algún contrato de matrimonio? insinuó el notario tímidamente. No, señor Hardoin, es un proyecto de adopción.
Para ello Belinchón había tomado a su servicio al notario Sanjurjo, que constantemente le acompañaba a las sesiones, levantaba actas y más actas de las arbitrariedades del alcalde, que pasaban al juzgado y allí se estancaban gracias a la mala voluntad del juez.
Comenzó de escribiente en el ayuntamiento; después había sido secretario del juzgado municipal, pasante del notario y ayudante en el Registro de la propiedad.
Palabra del Dia
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