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Podía huir a lejanos países, adonde hubiese guerras, y utilizar sus fuerzas noblemente. que sirvo pa eso, señora marquesa. Lo he pensao muchas veses.

Una mano ruda, nerviosa, fuerte, tal vez callosa, de un trabajador, de un obrero, demuestra noblemente ese imperio; pero en lo que tiene de más violento y mecánico.

Asombrole a Miguel el ahínco y la sinceridad con que aquél comenzó noblemente a defenderlos, aunque sin levantar la voz y sin perder un punto de la gravedad que le caracterizaba. Mie usté, D. Luisito, er que y er que meno, tiene su quebranto, y ar mehó ecribano se le cae un borrón.

¡Generoso señor aquel que evitó a Isidora la angustia y el bochorno de la sala común, apresurándose a pagar la miserable cuota! ¿Quién era aquel ser benéfico que practicaba la caridad tan oportuna y noblemente?

El combate terminó cuando el sable de Villar, sin intención ninguna, tropezó con la frente de Belinchón. Fué un simple rasguño; pero los padrinos dieron por terminado el lance. Don Rufo colocó un gran pedazo de tafetán inglés sobre la herida. El herido dió la mano noblemente a su contrario. Se envió un telegrama a Lancia, para que lo pusiesen a Sarrió.

Aunque su experiencia le insinuaba lo primero, una voz interior le decía lo contrario; y atendiendo a ella, contentose con acariciar tierna y noblemente aquella mano que con tal candidez le entregaban. La tertulia se deshizo al fin, y nuestro joven se fue perplejo y caviloso a la cama, proponiéndose observar atentamente a Maximina en los días siguientes.

Ante la sala silenciosa y palpitante, tan fácil al aplauso como á la protesta, los artistas se despedazan, noblemente unas veces, recurriendo otras á triquiñuelas de mala ley. Los hombres olvidan su galantería, las mujeres su misericordia. Si el galán puede «pisarle» una frase ó «robarle un efecto» á la primera actriz, lo hace, y viceversa.

Viendo la congoja pintada en su semblante, se apresuró noblemente a hacerle señas para que avanzase, ofreciéndole sitio en el banco que ocupaba.

Ese hombre reservado, discreto y reflexivo por temperamento, sentíase interesado por aquella mujer de un carácter tan abierto y tan noblemente alegre... Y cuando se levantaron de la mesa y volvieron los invitados al salón, se las arregló de manera que pudiese encontrarse cerca de la joven.

Pero si su arte no dejó en ella una fiel estampa, dura al menos en sus tradiciones el sello de aquel espíritu ardiente y celoso en las cosas divinas, que tan noblemente supo triunfar de las costumbres é ideas semi-bárbaras y semi-gentílicas de la edad media. Y es por cierto admirable cómo la Providencia favorecia las piadosas estratagemas de los hombres de buena intencion y viva .