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Actualizado: 19 de mayo de 2025


En las nieblas de color de sangre que pasaban ante sus ojos, creyó ver el brillo de las gafas azules de Salvatierra, su sonrisa fría de inmensa bondad. ¿Qué haría el maestro de estar allí?... Perdonar, indudablemente: envolver a la víctima en la conmiseración sin límites que le inspiraban los pecados de los débiles.

Amanecía: el sol, como amante presuroso, arrancaba a la tierra su túnica de nieblas, y de entre las sombras rasgadas por el claror del día iban surgiendo las formas de las cosas.

Ya las flores van brotando, flores bellas, flores mórbidas, rientes, que recogen, al claror de las estrellas y al murmullo de las ondas balbucientes, los cendales de sus pétalos divinos, y las nieblas de sus túnicas crujientes empapadas en la gama de color de los ardientes paisajes filipinos.

Los visitantes comunes del Salto hacen noche en Soacha, para madrugar al día siguiente y llegar a la catarata antes que las nieblas la hagan invisible. Pero nosotros íbamos con el señor de la comarca, pues la región del Tequendama, pertenece a la familia Umaña, por concesión del rey de España, otorgada hace doscientos y tantos años.

Amén. Nuestra Señora de la mañana: , que deslíes sobre las nieblas tu suave grana; , que te enjoyas de mil rubíes; , soberana, que te sonríes como una dulce Fata Morgana, pon en mi lengua sabor de mieles y una sonrisa bajo mis labios. No me des nunca laureles sabios... Odio lo amargo: gloria, laureles.

Pero sus nieblas frecuentes la hacen desapacible ó triste muchas veces, cubriendo con su velo todas las bellezas del panoramai. Había atravesado por tercera vez los Pirineos vascongados, tocando en ocho pueblecitos que cuentan un total de poco mas de 4,000 vecinos.

Se acordaba, además, de las palabras de su apoderado: de la arrogancia con que sabía espantar a los moscones molestos; de aquel jueguecito aprendido en el extranjero que la hacía manejar a un hombrón como si fuese un guiñapo... Siguió contemplando la blanca nuca, como una luna envuelta en nimbo de oro, al través de las nieblas que tendía el sueño ante sus ojos. ¡Iba a dormirse!

Dejaba tras , en el aire fresco de la mañana, un ligero olor a perfumes, a vino y a fuertes cigarros. Al verano siguió el otoño, frío y lluvioso. Durante dos semanas, la lluvia casi no cesó. En las raras horas de intervalo, nieblas frías alzábanse por todos lados, a modo de cortinas de humo.

Y en aquel estímulo ponzoñoso había, como en el estro de los poetas, la eficacia de revestir de imágenes lo pensado, prestándoles movimiento y vida y poblando y animando con ellas el ambiente de nieblas que a Morsamor circundaba. No, no era arco triunfal el que acababa de erigir y por donde gloriosamente se entraba en la edad moderna.

El silencio que ha reinado en torno mio, los pueblos que he visto en la llanura parecidos á pequeños rebaños que estan paciendo entre la yerba de los prados, las lejanas nieblas, las sierras coronadas de nieve que han terminado mi horizonte, el mar, el cielo, todo ha anonadado mi espíritu y me ha hecho reconocer el dedo de un Ser superior ante el cual debia prosternarme y sentir la frivolidad de mi existencia.

Palabra del Dia

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