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Actualizado: 3 de julio de 2025
Espántase, huye de allí; y por ser el más cercano, según su cuenta, da en el pueblo del narrador y refiere lo que ha visto. Acude éste allá por su cargo, acompañado en debida forma, y resulta verdad lo denunciado por el pastor. Tres eran, en efecto, los cadáveres, y de personas bien conocidas en el lugar, y bien pertrechados iban de armas de fuego... y hasta de cuerdas y navajas.
Nos hundíamos, olvidados de todo; y si no estuviera mandado que lo cómico no acabe en trágico, en buena retórica, en aquel montón inquieto hubieran encontrado sepultura Álvaro y Ramona sofocados por uno de nuestros más humildes cereales». Aplausos y carcajadas ahogaron la voz del narrador.
Olor eclesiástico de viejos recintos sahumados por el incienso, cuchicheos de beatas, visos negros de sotanas raídas o elegantes, que de todo hay allí, llenan estas admirables páginas, en las cuales el narrador hace gala de una observación profunda y de los atrevimientos más felices.
Con mucho gusto, amigo mío, y me parece que se alegrará Vd. en extremo, después de todo lo que ha padecido Vd. entre los salvajes, dijo el narrador, de encontrarse en fin en una tierra donde la iniquidad se persigue y se castiga en presencia de los gobernantes y del pueblo, como se practica aquí, en nuestra buena Nueva Inglaterra.
Lo que atine a poner aquí el profano, frío, escéptico y pobre narrador de esta historia, no debe mirarse, cuando más, sino como informe bosquejo de lo que dijo aquel hombre entusiasta y creyente. El P. Enrique dijo así: A fin de dar cumplida contestación a los argumentos de D. Anselmo sería menester desenvolver ahora las doctrinas todas de una altísima ciencia.
De otras menudencias que la escrupulosidad del narrador no permite que pasen en silencio Constaba esta vivienda, como la de muchos otros ricos hacendados de Andalucía, de dos casas contiguas, en comunicación: la de los amos y la que se llama siempre casa de campo, aunque esté en el centro de la población.
Y Villalonga dio principio a su relato delante de Jacinta; pero en cuanto esta se marchó, el semblante del narrador inundose de malicia.
Los ojos del narrador brillaron con una luz de demencia al evocar sus recuerdos. Un amigo mío, un muchacho de mi tierra continuó, suspirando , acababa de apartarse de mí para ver mejor al sumergible, y se colocó precisamente en el lugar de la explosión... Desapareció de pronto, como si lo hubiesen borrado.
Sus piernas y sus brazos desgonzados, no se palpaban al través de la ropa, pero siempre era el mismo; el gran charlador, difuso y narrador de insulseces; gran expositor de lugares comunes, de doctrinas tomadas al instinto, de principios incompletos; siempre enemigo de los libros; desolado por el prodigioso aumento de las librerías y de las ediciones: furioso contra la exagerada difusión de las obras científicas; partidario constante, invariable, inconmovible del periodismo: siempre citando su colección del Gorro de la Libertad y de La Espada de Damocles, los diarios que había escrito después de la caída de Rozas.
A decir verdad no podría usted encontrar un narrador más apropiado que yo, porque, no estando usted aquí para poder hablar de ella, los dos, me conceptúo dichoso al escribirle. ¡Cosa extraña! Con su padre, que la quiere tanto como yo, me siento, no sé por qué, sin esa confianza que usted me inspira.
Palabra del Dia
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