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Actualizado: 31 de octubre de 2025


De nacer en otros tiempos, habría fundado una orden, una nueva regla religiosa, dejando su huella en la Historia.

Gabriel estaba seguro de que, a nacer el Vara de plata en la buena época del catolicismo, hubiese llegado a santo al dedicarse a la vida espiritual, o habría desempeñado un excelente papel en la Inquisición al intervenir en la religiosidad militante.

El Capellanet tampoco había dormido, sintiendo nacer en su pensamiento de pequeño salvaje, astuto y receloso, una sospecha que poco a poco tomó la realidad de una certidumbre. Al entrar en la torre comunicó inmediatamente sus pensamientos a don Jaime. ¿Quién creía él que era el autor de la canción injuriosa? ¿El Cantó?... Pues no señor: era el Ferrer.

Era una criatura que amaba y buscaba la luz del sol, el ruido y los movimientos de la vida, que todo lo ensayaba teniendo fe en las alegrías nuevas, y que hacía nacer la bondad en los ojos de todos los que la miraban.

El caso es que se ignora por qué se bautizó esta villa, al nacer, con el calificativo de vieja, o si se le dio más tarde a título de mote expresivo. Lo que no tiene duda es que el nombre, o la maldición o lo que sea, le cae a maravilla.

Mas como no podéis ver Otra cosa, en cuanto mira El sol, más bella que Elvira, Ni otra cosa puede haber; Porque, habiendo de nacer De su hermosura, en rigor, Mi amor, que de su favor Tan alta gloria procura, No habiendo más hermosura, No puede haber más amor. ¡Ojalá, dulce señora, Que tu hermosura pudiera Crecer, porque en creciera El amor que tengo agora!

Loco de amor se casó don Carlos Ozores a los treinta y cinco años con una humilde modista italiana que vivía en medio de seducciones sin cuento, honrada y pobre. Esta fue la madre de Ana que, al nacer, se quedó sin ella. «¡Menos malpensaban las hermanas de don Carlos allá en su caserón de Vetusta. Su matrimonio había originado al coronel un rompimiento con su familia.

He aquí que don Manuel era inocente de la deshonra que le hizo nacer, y que Salvador, herido en su orgullo, veía el nombre de su madre hundirse en la infamia, como si hasta aquel momento hubiera estado solamente empañado de un leve rubor. Entonces, mi padre... murmuró temblando.

Otras veces veíala nacer por partes, asomando ahora un miembro, luego otro, hasta que toda entera aparecía en el reino de la luz. Bringas las acariciaba, prestándoles aquella atención de hombre práctico que no excluía en él las desazones espasmódicas de la creación genial. Contando mentalmente, decía: «Goma laca: dos reales y medio.

En los tiempos que corren, esa preciosa virtud hace falta para muchas cosas de la vida artística; sin ella la obra literaria corre peligro de no nacer, o de arrastrar vida miserable después de un penoso nacimiento.

Palabra del Dia

vengado

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