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Actualizado: 25 de junio de 2025


El tío Merlín bajó la cabeza, sonrióse, volvió á hacer rayitas en el suelo, y por toda contestación largó otro ¡jummmaaá! que produjo el mismo efecto que el anterior. Al cabo de un rato añadió: Señores, en el juriaco que se quiere abrir en la torre, ¿no ven ustedes ? Los circunstantes se encogieron de hombros.

Dejémonos de guasa, Gabino... ¿Te importa algo? que me importa, porque soy su novio. Pues hazte cuenta que para no eres na dijo Velázquez con acento agresivo. No basta que usted lo diga; á todo el mundo le consta y á usted también. Por consiguiente, no es portarse como hombre regular ni decente rondar á las mocitas que están comprometidas. ¡Ea, basta ya de rodeos! exclamó el guapo.

Las mujeres no sabís na de na». Pero no pudo decirlo. El flautista lanzó unas notas en falso y calló después, como si se le hubiese atrancado algo en la garganta. Los bailarines quedaron inmóviles, agarrados del talle, una pierna en alto, mirando hacia el castillo central con ojos súbitamente congestionados.

El quebrado a/0, expresion de un valor infinito, tampoco merece en rigor este nombre: porque es evidente que sea cual fuere el valor de a/0, siempre será menor que 2a/0 y en general que na/0, representando n, un valor mayor que la unidad. Tomemos una línea de un pié.

Largo, granuja; esos señores no quieren con los gitanos. Alcaparrón se alejó con aire humilde, pero dispuesto a volver apenas desapareciese el señor Rafael, el cual entrose en la cuadra para ver si los caballos del amo estaban bien cuidados. Cuando pasada una hora volvió el aperador al lugar de la fiesta, vio sobre la mesa muchas botellas vacías.

Quedamos yo y la mujer, que no sal ya de la cama; los hijus, entre casaus y ausentis, lo mesmu que si no los tuviera; y a no me alcanza el tiempu pa con el quehacer que me dan los cuidaos ajenus... Porque, créame usté, señor don Marcelu, lo que pasó con el moriu que me ha vistu usté levantar, pasa aquí con las mil y quinientas a ca hora del día y de la nochi; y si no juera por el Tarumbu, créame usté don Marcelu, créame usté y no lo tomi a emponderancia: si no juera por el Tarumbu, la metá del vecindariu de Tablanca andaría por estus callejonis devorá por la jambre y en cuerus vivus.

¿Me quieres mucho? ¡Casi na! dijo el indiano con acento picarón. Pues vas a ser feliz un momento. Mira, te voy a permitir que me des un beso... uno solo, ¿lo entiendes? Pero me has de jurar que no lo ha de saber nadie... El indiano hizo un juramento espantoso. Bueno, basta. Ahora, dame el beso aquí en la sien.

Quedándose en Oviedo no le faltaría algún señorón de levita que la tuviera en casa como una imagen comiendo caramelos y haciendo calceta. Y si á mano viene, acaso podría casar hasta con un teniente... ¡Rediós, un teniente!... ¡Hay que ver lo que es un teniente!... ¡Un gachó que manda sobre diez escuadras de hombres!... ¡Casi na!...

Señora, yo no he dormido ¿sabe?; pero he almorsado con varios amigo debaho de uno y no nos ha pasao . Entonces, ¿cómo se suicida Sélika en La Africana acostándose a la sombra de ese árbol? Eso es una patraña, una invensión de los poeta ¿sabe? Será una cosa bonita, pero no tiene nada de verdá.

No era una pelandusca; es la sobrina der marqués, una partidaria del maestro, y los toreros ya sabe usté que han de estar bien con la gente que puede. Hay que vivir der público. ¿Qué mal hay en esto?... Aluego, en er cortijo, ¡na! Se lo juro a usté por los míos: ¡na! ¡Güeno soy yo pa aguantar ese mochuelo, aunque me lo mandase mi mataor!

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