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Por fin, cuando nos avisaron para almorzar, me dijo desde la butaca donde estaba sentado en mi habitación, chupando un cigarro puro y envolviéndose en una nube de humo: ¿Sabe usted, amigo Sanjurjo, que me voy de excursión con ustedes esta tarde?... , voy añadió en voz baja y con acento rápido para que Isabel no se figure que me estoy muriendo de pena. Me alegro muchísimo.

Siempre igual, aun la desgracia tornó antipática, muriendo abandonado y pobre. »Hay que condenar á la personalidad, á la vez desordenada y atractiva, sagaz é inconsiderada, de ingenio agradable y de carácter ligero, rica de actividad, de imaginación, de vanidad, de pasión, de intriga; hay, no obstante, algo que conmueve en ciertos de sus sentimientos y en la magnitud de sus desdichas

Sacado han de su pérdida ganancia, Quitado te han el triunfo de las manos, Muriendo con magnanima constancia. Nuestros disignios han salido vanos, Pues ha podido mas su honroso intento, Que toda la potencia de Romanos. El fatigado pueblo en fin violento Acabó la miseria de su vida, Dando triste remate al largo cuento.

Acabaría matando tontamente como el pobre Barret, y muriendo como él, en perpetuo encierro. Era algo fatal: aquellas tierras habían sido maldecidas por los pobres, y no podían dar mas que frutos de maldición.

Pensabamos salir al foso ciertos Antes de alli morir que de escaparnos, Pues fuera quedar vivos aunque muertos, Si muriendo pudieramos vengarnos; Mas pues nuestros disignios descubiertos Han sido, y es locura aventurarnos, Amados hijos y mugeres nuestras, Nuestras vidas serán de hoy mas las vuestras.

Que en muestra de que sale con victoria La piel lleva, y la guarda por memoria. Otra costumbre tienen aun mas mala Aquestos Charruahaes, que en muriendo Algun pariente, hacen luego cala En propios, su carne dividiendo; Que de manos y pies se corta y tala El número de dedos, que perdiendo De propincuos parientes en su vida, El Charruaha por órden y medida.

»¿Por qué su tío, Antoñita, no permitió que me quitase la vida? ¿Por qué detuvo mi brazo con aquel falaz argumento:? «¿A qué matarnos, si la muerte ha de venir por si sola?» »En parte no le faltaba razón, puesto que él se está muriendo; pero o nuestras naturalezas son distintas o él tiene la edad en su favor. Lo cierto es que yo no puedo morir. ¡Oh, Antonia!

La duquesa ya no vive en Monte-Carlo; he arreglado todo lo referente á su viaje. Soy la única que conoce su paradero, y no lo revelaré á nadie. No la busque, deje que marche en paz hacia la verdad; imagínese que ha muerto... como han muerto otros, como mueren y seguirán muriendo en nuestra época tantos miles de seres á cada nuevo sol... Perdone y olvide. ¡Pobre mujer!... ¡es tan desgraciada!

Hasta la devoción y el sacrificio por ella son egoístas. Morir por ella sería por desesperación de no lograrla de otra suerte, o por esperanza de no gozar de su amor por completo, sino muriendo y confundiéndome con ella en un eterno abrazo.

Culpa de Rocinante, ¡oh dura estrella!, que esta manchega dama, y este invito andante caballero, en tiernos años, ella dejó, muriendo, de ser bella; y él, aunque queda en mármores escrito, no pudo huir de amor, iras y engaños. DEL CAPRICHOSO, DISCRETÍSIMO ACAD