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Actualizado: 28 de mayo de 2025


En el pensamiento antiguo cada hombre era un Dios que, aun siéndolo, no estaba bastante desprendido de la humanidad para no tener necesidad de alimento. No sólo, en ciertos días del año, se llevaba una comida a cada tumba, sino que los vivos debían tener fe en la presencia continua alrededor de ellos, de los muertos de su sangre.

23 y luz de lámpara no alumbrará más en ti; y voz de esposo y de esposa no será más oída en ti: cuyos mercaderes eran príncipes de la tierra: en cuyas hechicerías todos los gentiles han errado. 24 Y en ella es hallada la sangre de profetas y de santos, y de todos los que han sido muertos en la tierra.

El doctor únicamente había sentido el roce de la vida, algún domingo por la tarde, en los chacolines de las afueras ó en la explanada de la Casilla, donde las criadas y los obreros danzaban, al son de orquestas callejeras, los bailes vascongados y de la montaña de Santander. Los demás estaban muertos por el fastidio ó corrompidos por la opresión.

Poco a poco iban llegando las nuevas de lo sucedido, y ya se sabía la suerte de la mayor parte de los buques, aunque de muchos marineros y tripulantes se ignoraba todavía el paradero. En las calles ocurrían a cada momento escenas de desolación, cuando un recién llegado daba cuenta de los muertos que conocía, y nombraba las personas que no habían de volver.

Había dos hombres en Domingo: eso no era difícil adivinarlo. «Todo hombre lleva en mismo uno o muchos muertos», me había dicho sentenciosamente el doctor, que también sospechaba un gran renunciamiento en la vida del campesino de Trembles.

Entre los muertos del ejército de Bolívar hubo que lamentar dos pérdidas de consideracion: el general Cedeño y el coronel Ambrosio Plaza quedaron sepultados bajo sus propios laureles.

Andronico de las ventanas de su Palacio atento y con gusto miraba la pendencia cuando los Genoveses levemente fueron mal tratados, y algunos muertos, y con palabras mostró su ánimo mal afecto contra ellos; pero cuando vió que los Almugavares con su acostumbrado rigor iban degollando cuanto se les ponia delante, temió que todos los Genoveses de Constantinopla no muriesen aquel dia; cosa peligrosa para su conservacion, porque dependia de ellos la paz de su Imperio.

5 y de Jesús, el Cristo, el testigo fiel, el Primogénito de los muertos, y Príncipe de los reyes de la tierra. Al que nos amó, y nos ha lavado de nuestros pecados con su sangre, 6 y nos ha hecho reyes y sacerdotes para Dios y su Padre: a él sea gloria e imperio para siempre jamás. Amén.

La convicción profunda que Almudena mostraba hizo efecto en la infeliz mujer, quien, después de una pausa en que interrogaba los ojos muertos de su amigo y su frente amarilla lustrosa, rodeada de negros cabellos, saltó diciendo: «¿Y qué se hace para llamarlo? Yo diciendo ti. ¿Y no me pasa nada por hacerlo? Naida. ¿No me condeno, ni me pongo mala, ni me cogen los demonios? No.

Y Torrebianca empezó á darse cuenta de que todos necesitaban una víctima escogida entre los vivos, para que cargase con las tremendas responsabilidades evitadas por el banquero al refugiarse entre los muertos.

Palabra del Dia

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