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10 El que guiña el ojo acarrea tristeza; y el que habla locuras caerá. 11 Vena de vida es la boca del justo; mas la boca de los impíos cubre la iniquidad. 12 El odio despierta las rencillas; mas la caridad cubre todas las maldades. 21 Los labios del justo apacientan a muchos; mas los locos con falta de entendimiento mueren.

Los Isituucas, ó dioses del agua, tienen abastecido el cielo de pescados, plátanos y papagayos, y aquí gozan de su eterna bienaventuraza los que mueren ahogados en los ríos, á los cuales por esto llaman Asinerás; á los que mueren en los bosques y selvas Iriticús, y á los que mueren en su casa Posibacas; poniendo el mérito, no ya en las obras, sino en la diversidad de lugares en donde los coge la muerte.

Pero luego caía yo en un abatimiento tal y tan grande, que no acertaba a guiar la caballería. «¿Por qué se mueren las gentes? ¡Dios mío! ¿por qué? repetía yo. ¿Por qué quieres llevarte a la pobre anciana?» ¡Necio de que no acerté a pensar que la muerte estaba tan cerca!

No se renuncia porque un ejército de 20.000 hombres guarde la entrada de la patria; los soldados mueren en los combates; desertan o cambian de bandera.

Sólo tenía que esperar yo cuatro años, y entonces me daría lo que desease. ¡Esperar en un país donde mueren de una manera trágica cuatro presidentes en sólo diez años!... No; prefería que me diesen inmediatamente el modesto cargo de comprador en Nueva York.

Sus compañeros arrastran una vida miserable y triste; o vuelven a vegetar a su pueblo, o se distribuyen por los ministerios de auxiliares y escribientes, o entran de factores en alguna compañía de ferrocarriles, o mueren en el hospital. Pero el mosquito clásico ¡ni por pienso!

Aún le queda algo para ir tirando; y cuando no tenga ni camisa, reventará, tenlo por seguro. Es de esas gentes que no mueren hasta gastar el último ochavo. A Juanito le molestaba este lenguaje rudo que hería tan en lo vivo a su madre, a su ídolo; pero al tío le había profesado siempre tanto cariño como respeto, y fluctuando su carácter entre los dos afectos, limitábase a callar.

Los poetas de raza mueren. Los poetas segundones, los tenientes y alféreces; de la poesía, los poetas falsificados, siguen su camino por el mundo besando en venganza cuantos labios se les ofrecen, con los suyos, rojos y húmedos en lo que se ve, ¡pero en lo que no se ve tintos de veneno! Vamos, Lucía, me estás poniendo hoy muy hablador. ves, no lo puedo evitar.

Cuando las rosas mueren, el mundo se pone serio. Allá lejos, encaramado sobre la tapia ó al arrimo de la antigua pared, buscando la soledad, buscando la altura, esperando con ansia la sosegada noche, está el galán, el poeta sentimental, el romántico jazmín, en una palabra. Pálido y pequeño, toda su vida es alma. Le tocan, y cae del tallo.

Mas en la edad en que se hallaba nuestro caballero no existe la esperanza, no existe lo porvenir. Cada desgracia que se experimenta es un nuevo dolor que viene a agregarse a los pasados, esperando los que llegarán más tarde. Los afectos mueren, como los cabellos caen, no encuentran substitución.