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Actualizado: 22 de noviembre de 2025
Con ella cada paso es un prodigio; tras cada lucha un triunfo; a cada hora cede el de Tracia al celestial prestigio, y el de Etiopía con pasión la adora, y el ateniense sabio, el muelle frigio, el que de Libia en los desiertos mora, el que se apoya en pérsicos divanes, y el que enfrena soberbios alazanes.
Los médicos me dicen que coma carne. Como carne y me pongo peor. Ea, ya estoy como un muelle de reloj... Si usted me da su permiso me retiro... Hombre, no, descanse usted. Eso se le pasará. ¿Quiere usted un vaso de agua? Jacinta sintió que no le dejase marchar, porque la idea de que el hombre aquel iba a caer allí con una pataleta le inspiraba repugnancia y miedo.
Necesitaba observar que el bote atracaba sosegadamente en el muelle y descargaban de él algunos barriles y cajones para sentir desvanecerse su ilusión.
Mirando al muelle cada vez más lejano, con sus personas súbitamente empequeñecidas, fijáronse en un hombre que agitaba el sombrero y abría los brazos haciendo locos movimientos de despedida. ¡Pero si está allí!... ¡Si es el belga, que nos dice adiós!... La noticia hizo correr al pasaje en masa a un lado del vapor. Sí; era él: todos lo reconocían.
La multitud invadía el muelle para reconocer los heridos, esperando encontrar al padre, al hermano, al hijo o al marido. Presencié escenas de frenética alegría, mezcladas con lances dolorosos y terribles desconsuelos.
Sí; tiene Vd. razón de confiar en mí, y de esperar que no he de perderme porque una piedad relajada y muelle abra las puertas de mi corazón a los vicios transigiendo con ellos.
Puerto de mar muy concurrido, y depósito general de todas las harinas de Castilla, mantiene activas relaciones de comercio con toda América, y en especial con nuestras Antillas. Su muelle es uno de los mas bellos de España, un largo y elegante lienzo de magníficas casas constituye su frente principal.
Vámonos pa bajo... Y cuidao con que te vengas al Muelle detrás de mí, que no tengo ganas de perendengues; y cuanto más solo esté uno, mejor.... Andando, hijos míos... Y el desventurado Tuerto se bajó para coger al menor de los muchachuelos, que le miraban llorando.
Al desembocar en ella el alcalde y su fuerza cerca de la plaza de la Marina, no vieron rastro de criminal por ninguna parte. Siguieron vacilantes hasta llegar a dicha plaza. Allí se detuvieron sin saber qué partido tomar. Al muelle, al muelle; allí debe de estar dijo un sereno.
Para mí, hombre del Norte, aquello era una temperatura deliciosa, y no me subí siquiera el cuello de la americana, como hizo mi compañero. Sentía la cabeza caliente; me quité el sombrero y caminé con él en la mano. Suárez me propuso dar una vuelta por el muelle, y yo accedí gustoso porque sentía la necesidad de despejarme. Comenzamos a discutir sobre política con calor.
Palabra del Dia
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