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Actualizado: 5 de mayo de 2025
Nunca me ha sido dado observar mejor esos curiosos movimientos del agua, que parecen dirigidos por un espíritu consciente y libre.
No solamente ignoro el principio de mis pensamientos, mas también se me esconde igualmente el de mis movimientos: no sé porque exîsto, y no obstante todos los dias me hacen preguntas sobre todos estos puntos; y como tengo que responder por precision y no sé qué decir, hablo mucho, y despues de haber hablado me quedo avergonzado y confuso de mí propio.
En esta música, así como en los bailes, hay una abundancia de inspiración, un atractivo tan poderoso, tal serie de sorpresas, quejas, estallidos de gozo, desfallecimientos, muestras de despego y atracción; una cierta cosa que se entiende y no se explica; y todo esto tan determinado, tan arreglado al compás, tan arrullado, si es lícito decirlo así, por la voz en el canto y por los movimientos en el baile; la exaltación y la languidez se suceden tan rápidamente, que suspenden, embriagan y cautivan al auditorio.
Era el duque uno de esos personajes que se llaman serios; su edad rayaría entre los cuarenta y los cincuenta años; respiraba prosopopeya; vestía con una sencillez afectada, y en sus movimientos, en sus miradas, en su actitud, había más de ridículo que de sublime, más hinchazón que majestad; era un hombre envanecido con su cuna, con sus riquezas y con su privanza, que había formado de sí mismo un alto concepto, y que se creía, por lo tanto, un grande hombre.
Que olvide el desgraciado obrero por un sólo instante poner en armonía su propio trabajo con el de la formidable máquina, que bajo la impresión de una idea, de un sentimiento, se detenga en sus movimientos rítmicos, y tal vez el poderoso mecanismo lo descuartice lanzándolo contra la pared, convertido en masa sangrienta.
El fuerte de don Pío era la astronomía. Daba en el colegio un curso práctico de esa ciencia con un colorido de gestos y de movimientos rápidos y nerviosos, con los que él creía poner en evolución todo el sistema planetario. La clase era para él su materia cósmica. Entraba y distribuía sus astros en el lugar oportuno.
Esta, apoyada sobre el hombro de su futuro hermano, seguía los movimientos del lápiz. Poco a poco se iba esparciendo por su rostro una sonrisa vanidosa. Después de trazar la cabeza, Gonzalo siguió con el busto. Le puso el peinador o matinée que la niña vestía, y se entretuvo buen rato a dibujar minuciosamente los lazos de seda con que se sujetaba por delante. Cuando el retrato estuvo terminado.
Era una criatura que amaba y buscaba la luz del sol, el ruido y los movimientos de la vida, que todo lo ensayaba teniendo fe en las alegrías nuevas, y que hacía nacer la bondad en los ojos de todos los que la miraban.
Estaba abandonado á sí mismo, y se reflejaban en su semblante, en su ademán, en sus movimientos, pasiones enérgicas, tanto más violentas cuanto estaban de continuo más dominadas, más subordinadas á la conveniencia delante del mundo.
Oyen á un Predicador, que habla con frases compuestas y adornadas: sus voces son exquisitas, sus cláusulas tienen cadencia, su ayre en el decir es primoroso, sus movimientos muy prontos, y sin otro exámen dicen: ¡O! este es un Predicador sin segundo. Este juicio es de los mas comunes, y mas errados que oigo en el trato civil.
Palabra del Dia
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