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Actualizado: 19 de junio de 2025
El paraje en donde está situada la reducción es una de las mayores dificultades que hay para que se aumente; la cercanía y trato con los suyos no les deja olvidar sus antiguas costumbres e inclinaciones; el poco terreno descubierto de bosques no les permite extender sus chacras, y mucho menos el criar animales, pues, además de la falta de terreno, abunda tanto de mosquitos, tábanos y jejenes de diversas especies, que ni aun pueden tener un caballo para el servicio del religioso doctrinero.
Oyó la orquesta, que seguía imitando a los mosquitos, y al mirar al palco de su marido, vio a Federico Ruiz, el gran melómano, con la cabeza echada hacia atrás, la boca entreabierta, oyendo y gustando con fruición inmensa la deliciosa música de los violines con sordina. Parecía que le caía dentro de la boca un hilo del clarificado más fino y dulce que se pudiera imaginar.
No había acabado el marroquí su oriental leyenda, cuando Benina vio entrar en el café a una mujer vestida de negro. «Ahí tienes a esa fandangona, tu compañera de casa. ¿Pedra? Maldita ella. Sacudir ella yo esta mañana. Venir, siguro, con la Diega... Sí, con una viejecica, muy chica y muy flaca, que debe de ser más borracha que los mosquitos. Las dos se van al mostrador, y piden dos tintas.
Y si no temiera ofender las instituciones, me atrevería a ponerlos en parangón con los del salón de conferencias del Congreso y de la Bolsa, seguro de que tampoco habían de desmerecer. El sol aún seguía bañando una parte no insignificante del paseo. Los chiquillos resaltaban sobre la arena como un enjambre de mosquitos en una mesa de mármol.
Si seguía viaje, o me veía obligado a retroceder desde Barranquilla, en la boca del río, o si persistía en remontarlo, corría riesgo de quedar varado en él, sabe Dios qué tiempo, bajo un calor infernal y una plaga de mosquitos capaz de dar fiebre en cinco minutos. Resolví, en consecuencia, descender en La Guayra y comenzar mi tarea por Caracas.
El P. Juan Patricio y sus compañeros gastaron veinticinco días para entrar en San Rafael, por estar, á causa de las lluvias innundada toda la campaña, por cuya causa se veían obligados á caminar descalzos, todos calados de agua, y era gran fortuna topar á la noche con algún montecillo, aunque pantanoso, donde hacer alto, aunque no para tomar algún reposo y aliento en el sueño, por no permitirlo la infinita multitud de mosquitos y tábanos que produce la humedad.
Palabra del Dia
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