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Actualizado: 13 de julio de 2025
A veces, al caminar por las revueltas callejuelas de la morería, imaginaba haber descubierto toda la trama de la conjura, y parecíale ver ante sí la figura sobrehumana de Felipe Segundo, acercándose gravemente y echándole al cuello la venera de un hábito.
Bueno exclamó al fin con súbito arranque . Pues viva Nina, y viva con su moro, y con toda la morería de Argel, y véala yo, y vuelva a casa, aunque se traiga al africano metido en la cesta».
¡Cuánto más ha de hacer mi pobre España, esa España que los franceses llaman salvaje; que los franceses han comparado á la Morería! ¡Cuánto más ha de hacer en favor de la humanidad! ¡Cuánto más ha de hacer para que se cumplan en el mundo los ocultos designios de la Providencia! El tiempo lo dirá. ¡Yo esperó de Paris el mejoramiento político y social! ¡Me arrepiento, señor!
La única ocasión en que Germán correspondió al tipo ideal que de su carácter y prendas se había forjado Anita, fue cuando aceptó la escapatoria nocturna para ver juntos la luna desde la barca y contarse cuentos. Este proyecto le pareció más viable que el de irse a Morería y se llevó a cabo. Ya se sabe cómo entendió la grosera y lasciva doña Camila la aventura de los niños.
Hace años salió el cuerpo de un rey con su corona de oro y pedrería... Traíala tan bien puesta, que no se le pudo arrancar y fué menester cortarle la cabeza.... ¡Con cuántos náufragos no habrá hecho lo mismo vuestra codicia! Aquel era un rey de morería. La sangre que le manaba del cuello era negra.
Su sorpresa fue grande al advertir que los conductores no hacían sino dar vueltas y revueltas dentro del mismo patio de la casa. El aljibe, el granado, una jaula suspendida de un pilar, y la misma anciana, sentada a la sombra, sobre una tinaja, pasaban y repasaban ante el intersticio, indefinidamente. No había, pues, tal viaje a través de la morería.
Entonces, cuando las gentes se inclinaran ante él y nadie osara dudar de su honra, habría llegado el momento de vengarse de Gonzalo de San Vicente, pues no podía ser sino él quien, ayudado del campanero, propalaba por la ciudad las malvadas invenciones que le había referido el hidalgo. Volvió varias veces a la morería y a la casa misteriosa.
Huelga decir que así creo yo en estas patrañas como en las consejas de vestiglos y gigantes; pero, si he de hablar cabalmente, no encuentro que la simple curiosidad baste a explicar vuestros cotidianos paseos por la morería. Contrajo su labio el mancebo con un gesto de cólera, y la sangre encendiole de súbito el rostro. ¿Qué hacer?
Sin embargo, algunos crucifijos en las paredes y una que otra Virgen de talla sobre los bargueños, hacían pensar en una casa cristiana. Al cruzar otro patio, toparon con una silla de manos cerrada por cortinas de cuero. La anciana dijo entonces que, para llegar hasta la hermosa del clavel, era forzoso dejarse conducir en aquel encierro a otra casa de la morería.
Palabra del Dia
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