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Actualizado: 24 de mayo de 2025


¡Dale!... ¿Y qué gusto le encuentras a las moras silvestres?... ¡Caprichosa!... ¿no te he dicho que eso es más propio de los chicuelos holgazanes del campo que de una señorita criada en la buena sociedad?... criada en la buena sociedad? La Nela vio acercarse con grave paso al que esto decía.

»Digo, pues, que cada vez que pasaba con su barca daba fondo en una caleta que estaba no dos tiros de ballesta del jardín donde Zoraida esperaba; y allí, muy de propósito, se ponía el renegado con los morillos que bogaban el remo, o ya a hacer la zalá, o a como por ensayarse de burlas a lo que pensaba hacer de veras; y así, se iba al jardín de Zoraida y le pedía fruta, y su padre se la daba sin conocelle; y, aunque él quisiera hablar a Zoraida, como él después me dijo, y decille que él era el que por orden mía le había de llevar a tierra de cristianos, que estuviese contenta y segura, nunca le fue posible, porque las moras no se dejan ver de ningún moro ni turco, si no es que su marido o su padre se lo manden.

Las rancherías moras inmediatas á estos fuertes no son muy importantes y en apariencia están sometidas. Taviran. En la orilla izquierda del brazo S., en la confluencia con el estero de Talayan y á seis millas del vértice del delta.

La impiedad y los vicios del héroe aterraban a la familia y escandalizaban a la isla. Tres moras jóvenes y una judía de gran belleza le acompañaban como sirvientes en las habitaciones de toda un ala del caserón de los Febrer, que era mucho más grande en aquella época. Además conservaba varios esclavos, turcos unos, tártaros otros, que temblaban al verle.

Recibido el permiso se presentó el hoy comisario Juan, y con el laconismo, indiferencia y poco valor que le dan los indios á los actos y acciones de la vida, le dijo al Gobernador al par que abría un tosco saco: «Señor; anoche asaltaron los moros el pueblo; á todos los cogimos, y como eran muchos, y las cabezas seguro no habría podido traer; aquí en este saco hay más de cuatrocientas orejas moras;» y esto dicho, las presentó ensartadas en una larga cuerda de abacá.

El Tato no miraba estos planos de roble y nogal con tropeles de jinetes y racimos de soldados escalando los muros de las ciudades moras.

Los trajes de las señoras, tanto moras como cristianas, eran de pura fantasía teniendo de cinco á siete distintos cada una de ellas. una mora cubriendo su cabeza con pamela, y más de un moro que lo hacía con sombrero de copa. Con esto creo baste, pues son dos buenos botones para muestra.

Y este cristiano, Silvia, este cristiano, Este cristiano, Silvia, es quien me tiene Fuera del ser que á moras es debido, Fuera de mi contento y alegria, Fuera de todo gusto, y estoi fuera, Que es lo peor, de todo mi sentido.

Quise confundir mi alma con la de ella, para que unidas fuésemos ambas almas en busca tuya. Y ella me ha dejado. Mi alma está sola, en la tenebrosa región del éter, en el vacío insondable y frío, sin astro que le luz ni calor, lejos de todos los soles, más lejos aún de donde moras. Dios mío, Dios mío, ¿qué será de mi alma?

Ni Pupen se llamaba ya Pupen, ni Beten se la conocía por Beten, y por la reina Eurica la primera y por la reina Galiana la segunda, identificándose de tal manera en sus papeles, que tenemos la seguridad de que suponían que no otro tanto que ellas eran las reinas moras y cristianas.

Palabra del Dia

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