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Actualizado: 13 de julio de 2025


Hacía montones con las monedas y hundía en ellos las manos; después las contaba y formaba pilas regulares; apretaba la redondez de su contorno entre el pulgar y los otros dedos, y pensaba con cariño en las guineas que todavía estaban ganadas a medias con el tejido, como si fueran criaturas que estuvieran por nacer; pensaba en las guineas que vendrían lentamente en los años futuros, que vendrían durante su existencia, cuyo curso se extendía muy lejos frente a él y cuyo fin estaba completamente velado por innumerables días de trabajo.

De la grandeza. Vele aquí a dónde vienen a parar los títulos». Por un pasillo mal oliente y sucio llegaron a una cocina, donde no se guisaba. Fogón y vasares servían de depósito de botellas vacías, cajas deshechas, sillas rotas y montones de trapos. En el suelo, sobre un jergón mísero, yacía cuan largo era D. Francisco Ponte, en mangas de camisa, inmóvil, la fisonomía descompuesta.

Sobre vosotros corre una catarata que todo lo inunda; á vosotros tambien. Sobre vosotros hay un espíritu que os llama idiotas cuando sois injustos, á vosotros, montones de oro, que ofuscais mi vista, á vosotros, que me teneis estático, como si contemplara un prodigio.

Espero del cielo que ella exista entre la miseria y corrupción de nuestro siglo. ¿No has visto nunca crecer, pura y lozana, en montones de estiércol, una azucena blanca? Mucho meditó Pablo sobre tan excelentes advertencias.

Asustado por este movimiento, corrió Batiste hacia su barraca, encorvándose muchas veces para pasar inadvertido al amparo de los ribazos ó de los grandes montones de paja. Ya veía su vivienda, con la puerta abierta é iluminada y en el centro del rojo cuadro los bultos negros de su familia. El perro le olfateó y fué el primero en saludarle. Teresa y Roseta dieron un grito de regocijo.

Saltaban en las sendas los pardos conejos, con su sonrisa marrullera, enseñando, al huir, las rosadas posaderas partidas por el rabo en forma de botón; y sobre los montones de rubio estiércol, el gallo, rodeado de sus cloqueantes odaliscas, lanzaba un grito de sultán celoso, con la pupila ardiente y las barbillas rojas de cólera.

El 19 partieron del lugar antecedente, y á las dos leguas de distancia encontraron un mediano arroyo; y cosa de cinco leguas mas adelante hicieron noche. El 20, á tres leguas, pasaron un buen arroyo, y por él habia una abertura sin arenales hasta el mar como de 600 pasos, y los montones de arena no eran tan altos. Aquí se perdió el Padre, saliendo á buscar agua, leña y pasto.

Todo envidia, pura rabia porque él encontraba amigos que le convidasen, y ella, gustándole mucho el vino, tenía que contentarse, cuando más, con las «cortinas», o sea con lo que queda en el fondo de las copas. Vivían en una especie de gallinero al extremo de un corral ocupado por montones de basura.

Los hay que se espantan, los hay que se encogen, hágase lo que se haga... En fin, adelante. Un poco de todo eso era el patio de Krakowitz. Graneros espléndidos... carretones mal cuidados... magníficos montones de estiércol, y caballerizas en desorden.

Los de Jerónimo se adelantaron para reconocer a los que llegaban y los dejaron pasar. En la granja reinaba un silencio profundo; un centinela, arma al brazo, se paseaba delante de las trojes, en las que dormían sobre montones de paja unos treinta hombres.

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