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El amigo Montalbán, arqueólogo y cazador de leones, nos hablaba de sus exploraciones en la India; Peñalba, el Tartarín de la cuarta plana, nos decía sus sueños de publicidad, a la americana, mientras tomaba café con media; el poeta Alberto Valero se dedicaba a cantar la romanza de Roberto, el diablo, con unas burguesitas sentimentales de la mesa contigua.

La comedia de No hay vida como la honra es, seguramente, una de las mejores de Montalbán. La escribió para defender su reputación literaria, después de haber sido silbada otra obra dramática suya, y su triunfo fué tan grande, que se representó muchos días consecutivos en ambos teatros, obteniendo siempre grandes aplausos.

Juan Pérez de Montalbán era hijo de un librero de Madrid, en donde nació en el año de 1602 . Parece que, desde su juventud, fué particularmente favorecido por Lope de Vega, y que vivía en el seno de su familia como si en realidad perteneciese á ella.

El cual, gustando de oírle decir tan grandes disparates, le preguntó que qué sentía acerca de los rostros de Reinaldos de Montalbán y de don Roldán, y de los demás Doce Pares de Francia, pues todos habían sido caballeros andantes.

La negra por el honor es una novela extraña, llena de inverosimilitudes repugnantes, que se atribuiría más bien á Montalbán ó á Mira de Mescua, si no se supiera con seguridad que su autor es Moreto: una dama, perseguida por un caballero con propósitos deshonrosos, inventa, para guardarse de él, poner en su lugar un paje disfrazado de mujer, vistiéndose ella misma de hombre, y tiznándose el rostro para parecer un negro y andar libremente por el mundo de esta manera.

JUAN EUGENIO HARTZENBUSCH, nacido en Madrid en 1806, de padres alemanes, llamó la atención primero con sus Amantes de Teruel, tragedia cuyos materiales arregló de nuevo con ventaja, después de las varias modificaciones hechas antes por varios autores, y particularmente por Montalbán, y sirviéndole la de éste más que ninguna otra, pero superándola en mucho por la mayor importancia que supo dar á los motivos ó resortes del drama.

La ilustre fregona, para una de igual título de Lope de Vega, otras dos de Vicente Esquerdo y Cañizares, y La hija del mesonero, de Diego de Figueroa y Córdova. El licenciado Vidriera, para otra de igual título de Moreto. La señora Cornelia, á Tirso de Molina para su comedia Quien da luego da dos veces. El celoso extremeño, para dos de igual título de Lope y Montalbán.

De los restantes trabajos dramáticos de Montalbán, dignos de loa, sólo merecen mención especial los que llevan el título de Cumplir con su obligación, Ser prudente y ser sufrido, Como á padre y como á Rey y La más constante mujer. Las demás, que conocemos, nos parecen muy inferiores á las anteriormente citadas.

Montalbán, en su catálogo de escritores naturales de Madrid, celebra como poeta dramático á Diego de Moxica y á Andrés Tamayo. Pertenecen al último las piezas tituladas A buen hambre no hay mal pan y Así me lo quiero. Los que mencionamos ahora, se encuentran todos en la misma relación de valor y mérito con el arte dramático.

Curiosa seguramente es la anécdota que sigue. Un día se encontraban juntos en la corte Quevedo y Montalbán; estaba expuesto un cuadro de Velázquez, y el Rey y los cortesanos lo examinaban y juzgaban. El cuadro representaba á San Jerónimo, azotado por ángeles por leer libros profanos. Montalbán, por indicación del Rey, improvisó los versos,