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Actualizado: 1 de mayo de 2025
El curso de los siglos podia desarrollar y perfeccionar las formas del mono, é igualarlas con las vuestras; podia desarrollar y perfeccionar su masa cerebral de tal suerte que de los descendientes de ese mono que os divierte con sus movimientos extravagantes y sus actitudes ridículas, nacieran hombres como Platon, san Agustin, Leibnitz ó Bossuet.
Preséntase el ángel y manda al mono que indique á Razonte los medios de hacer á Angélica suya; obedécelo el mono, presa de horribles convulsiones, y dice: «Sólo vencerás, si te vuelves loco como Cornágoras,» cayendo muerto después de pronunciar estas palabras.
Se decía que era un mono, y yo consentía en ello, pero en realidad lo que buenamente pienso, es que era un negro, tanto más, cuanto que siempre he sospechado que su amo ha hecho el tráfico de esta mercancía en la costa de África. Por lo demás, el finado señor Laroque, hijo, era un hombre de bien, y excelente bajo todos conceptos.
Entra Cide Hamete, coronista desta grande historia, con estas palabras en este capítulo: ''Juro como católico cristiano...; a lo que su traductor dice que el jurar Cide Hamete como católico cristiano, siendo él moro, como sin duda lo era, no quiso decir otra cosa sino que, así como el católico cristiano cuando jura, jura, o debe jurar, verdad, y decirla en lo que dijere, así él la decía, como si jurara como cristiano católico, en lo que quería escribir de don Quijote, especialmente en decir quién era maese Pedro, y quién el mono adivino que traía admirados todos aquellos pueblos con sus adivinanzas.
Desmontábanse los jinetes, hablando con animación de los incidentes de la corrida. Carmen vio a Potaje apearse con toda la pesadez de su vigorosa humanidad, lanzando una retahila de maldiciones al «mono sabio» que le ayudaba torpemente en su descenso. Parecía entorpecido por sus ocultas perneras de hierro y por el dolor de varios batacazos.
De todo el grupo salió una carcajada espontánea que hizo volver la cabeza a los que estaban cerca. Fuentes quedó acortado un instante; pero como hombre de ingenio que era supo reponerse. Yo seré mono, Pepa, pero usted es monísima. ¡Bravo, Fuentes, bravo! exclamó Calderón, a quien, como hombre exclusivamente de debe y haber, causaba asombro cualquier frase oportuna.
Aceptemos, como si lo hubiésemos presenciado, como si hubiésemos sido testigos oculares de sucesos tan felices, que, en determinado momento, de súbito o con lentitud, por evolución suave o como se quiera, el mono de cierta clase se transformó en antropoide o en antropisco, estúpido y alalo todavía, y que un poco más tarde, por procedimientos análogos, el antropisco o antropoide adquirió la palabra, se soltó a hablar y se convirtió en hombre hecho y derecho.
Las andaluzas eran parlanchinas y vociferadoras; hablaban gesticulando y manoteando, esparciendo con su cháchara el aturdimiento en torno de ellas. Vestían falda de percal rameado con largos volantes, llevaban el mantón terciado, el moño aceitoso caído sobre la nuca, la frente con cuernecillos de pelo pegado, y en el cuello varias sartas de cuentas azules.
El hombre que estaba junto al cazuelón y sobre él trabajaba, habría pasado en otro país por prestidigitador o por mono, pues sólo estos individuos podrían igualarle en la ligereza de sus brazos y blandura de sus manos.
Capítulo XXVII. Donde se da cuenta quiénes eran maese Pedro y su mono, con el mal suceso que don Quijote tuvo en la aventura del rebuzno, que no la acabó como él quisiera y como lo tenía pensado
Palabra del Dia
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