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Actualizado: 18 de junio de 2025
Poco después aquella sociedad bulliciosa volvía con ansia a los recreos inocentes. No faltaron los brindis ni las improvisaciones poéticas, ni el joven que canta a la guitarra con poca afinación y mucha gracia unas coplitas picantes, ni la niña de seis u ocho años que en esta clase de solemnidades recita siempre, comiéndose la mitad de las sílabas, un monólogo de comedia.
Cuando hubo concluído su largo discurso, un poco incoherente, que parecía más bien un monólogo, el duque se levantó bruscamente. Vaya, Julianito, me voy de aquí al Banco. Al mismo tiempo sacó otro cigarro de la petaca, y sin ofrecerle, porque no fumaba, lo encendió por fórmula, pues los dejaba apagarse en seguida para seguir mordiéndolos. D. Julián respiró con satisfacción.
No disponemos aquí del espacio necesario para tratar de este punto en toda su extensión, y sólo, como ejemplo, aludimos á la segunda mitad del acto primero: ésta, en particular la escena entre Diego y el Conde; la que le sigue, entre el primero y su hijo, y por último, el monólogo de Rodrigo, son literalmente casi las mismas en la obra española y en la francesa, debiendo advertirse que esta semejanza no proviene de haber imitado ambas á Guillén de Castro, porque esas escenas son en la comedia de éste muy distintas.
Un monólogo angustioso de Doña Mayor, diverso en las palabras del de la Doña Mencía de Calderón, pero muy semejante en los pensamientos, y en seguida la escena de la sangría suelta: DON JACINTO. Ya estás en seguro; espera, No te descubras. BARBERO. No haré. ¿Qué es esto? DON JACINTO. Yo avisaré. BARBERO. ¿Esta es fantasma ó quimera? DON JACINTO. ¡Descúbrete!
Suponiendo que se escriba con principios, se puede escribir después con varios fines. O se escribe para sí, o se escribe para otros. Descifremos bien esto. Lo que se escribe en un libro de memorias se escribe evidentemente para sí. De modo que un souvenir es un monólogo escrito.
El monólogo en que Don Juan expresa la lucha, que sostiene entre su amor, siempre vivo y ferviente, y entre las inspiraciones de su conciencia, acerca de la vanidad de las leyes del honor, y la necesidad en que se halla de guardar esa costumbre general, es de un patético profundo; preséntase entonces Don Alvaro, y estrecha entre sus brazos á Serafina dormida, pero en el mismo instante suenan dos tiros detrás de la escena, y el raptor y la robada caen en tierra llenos de sangre.
Enrique quiere ocultarse, pero ya es tarde: la Reina se queja de que ha pasado la noche lejos de ella; él se disculpa con palabras entrecortadas, y se lleva de allí á su esposa. El Condestable comienza entonces á sospechar la verdad, y expresa sus recelos en un monólogo apasionado.
Era, en efecto, la página más penosa del libro de la buena educación, aquella en que se advierte que es preciso hacerse agradable a las personas con quienes se habla, interesándose por sus negocios. A Gonzalo y Cecilia los miró un instante fríamente; pero no les hizo pregunta alguna. Cumplida tan ímproba tarea, el magnate volvió a caer en el eterno monólogo.
Una nueva descarga interrumpió este inconveniente monólogo, pero esta vez cayó un contrabandista. ¡En nombre de Cristo! tú debes salvarnos ¡en nombre de Dios, yo te lo ordeno! gritó el fraile enseñándole el cielo. Este movimiento resultó hermoso, pero no produjo ningún efecto, porque el gitano respondió riendo: ¡En nombre de Dios, de Dios!... ¿qué se figura usted, padre mío? No bromee, pues.
Véanse las Obras sueltas, de Lope de Vega, tomo XII, pág. 15. V. esta HISTORIA, tomo III, pág. 424. Este monólogo nos hace recordar la comedia de Tirso, no sólo por sus pensamientos, sino también por su versificación, porque se intercalan también algunos versos yámbicos entre los trocáicos.
Palabra del Dia
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