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Actualizado: 18 de junio de 2025


Con el breve monólogo de don Silvestre al encontrar el nombre de su amigo en la Gaceta, tienen los lectores lo suficiente para saber quién era y de dónde venía el personaje de Madrid; me dispenso, en obsequio á la brevedad, aunque hollando la costumbre, el relato de su historia desde que le perdió de vista el solariego hasta que le volvió á encontrar.

Se sienten rezos tenues y confusos, no interrumpidos por pausa alguna, como si la atmósfera interior del edificio, afectada de una vibración inherente á su esencia física, modulara un monólogo sin fin. Todo es calma y respeto.

Síguele un monólogo lleno de elevación lírica, que pinta la lucha de Rodrigo entre su deber y su amor; el Conde, en quien ha de vengar la injuria recibida por su padre, es el de su amada Ximena.

Y no se crea que Eugenio proceda de mala fe: ve las cosas tales como las expresa; así como las expresaba por la mañana tales como á la sazon las veia. Dejamos á Eugenio, en el terrible dónde.... que á no dudarlo hubiera abortado una blasfemia horripilante, si no se interrumpiera el monólogo con la llegada de un caballero que con libertad de amigo penetra en el gabinete sin detenerse en antesalas.

Por fin, una mañana salieron los arados; pero nada menos parecido al ruido de la vendimia que el triste y silencioso monólogo del labriego conduciendo los bueyes de labor y el gesto sempiterno del sembrador distribuyendo el grano en la tierra roturada. Trembles era una hermosa propiedad, de la cual Domingo sacaba una buena parte de su fortuna y que le hacía rico.

El público aguardaba con impaciencia la catástrofe: cuando le parecía bien, bostezaba; cuando lo creía necesario, sacaba La Correspondencia de España y leía. Había muchas personas que llegaban a desear que el barba cayese pronto bañado en su sangre para escapar a casa y meterse en la cama. En el acto segundo había un monólogo del rey, de inusitadas dimensiones.

Había interrumpido su monólogo, que sólo escuchaban las masas de negra vegetación, los bancos solitarios, la sombra azul perforada por el temblor rojizo de los faroles, la noche veraniega con su cúpula de cálidos soplos y siderales parpadeos.

El Duque, terminado el monólogo arqueológico, había trabado conversación con Venturita, con ese admirable instinto que poseen los orgullosos para comprender a quién fascinan y a quién no. Y su plática se fué animando poco a poco.

No le quedaba dinero ni para sus whiskys: tendrían que fiarle en el bar. Pero recordando de pronto que la de Delille era parienta de Lubimoff, añadió: Siento mucho ofenderla; pero juega como una imbécil. Y le volvió la espalda, para continuar su monólogo furibundo. Don Marcos pasó rápidamente sin ver al príncipe, abriéndose paso entre la masa de curiosos, con su autoridad de personaje decorativo.

El Rey intenta pisotear el escrito de Lutero, y poner la carta del Papa sobre su cabeza; pero distraído por su recuerdo de Ana, trueca los frenos, arroja al suelo el escrito del Papa, y levanta la obra de Lutero. En vano intenta interpretar este mal presagio valiéndose de sofismas. Quédase solo el Cardenal, y revela en un monólogo su insaciable avaricia.

Palabra del Dia

rigoleto

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