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Actualizado: 25 de junio de 2025
¿Quién es? pregunta Juan, recorriendo con la mirada el patio, donde no se ve alma viviente. ¿Quién quieres que sea, sino ella? ¿Y no ves nada que indique dónde está? Nada absolutamente... Es un verdadero diablillo, se hace invisible cuando quiere. Y, con el rostro radiante, sigue a su hermano al molino. Pasan las horas. Juan quiere demostrar lo que puede hacer, y trabaja con gran energía.
El verde claro y deslumbrador de éstos resaltaba y hacía contraste con el oscuro de aquéllos, regalando la vista y convidando á reposar. El río corría murmurando por el fondo de la cañada. En uno de los prados que bordaban el camino, corría también un arroyo que servía para mover el molino que blanqueaba entre los árboles.
D. Gabriel me dijo con encantadora inocencia ¿todos esos hombres para qué están aquí, para qué hablan, para qué gritan? Le contesté lo que me parecía y no me entendió. Ostolaza sigue hablando. Sus brazos parecen aspas de molino... Todos se ríen de él. Veo que las Cortes, como los teatros, tienen su gracioso. Así es en efecto. Y el gracioso es Ostolaza... Pues me parece que junto a él está el Sr.
Pasaba tres o cuatro horas y a veces más cerca de ella en aquel rincón, donde únicamente les turbaba de vez en cuando la visita de algún paisano que traía a moler su fuelle de maíz. El molino estaba adosado a la peña, medio oculto entre el follaje. Tan sólo se vislumbraba el color rojo del techo.
¿Qué gigantes? -dijo Sancho Panza. -Aquellos que allí ves -respondió su amo- de los brazos largos, que los suelen tener algunos de casi dos leguas. -Mire vuestra merced -respondió Sancho- que aquellos que allí se parecen no son gigantes, sino molinos de viento, y lo que en ellos parecen brazos son las aspas, que, volteadas del viento, hacen andar la piedra del molino.
Y quiso la suerte que, cuando llegó a este verso, acertó a pasar por allí un labrador de su mesmo lugar y vecino suyo, que venía de llevar una carga de trigo al molino; el cual, viendo aquel hombre allí tendido, se llegó a él y le preguntó que quién era y qué mal sentía que tan tristemente se quejaba.
En otro tiempo, el arroyo del molino corría alegremente, la espuma brillaba blanca como la nieve a lo largo del dique, las ruedas enviaban hasta la aldea el ruido alegre de su tictac; y, en el patio, los carros iban y venían en largas filas, mientras resonaba a lo lejos la voz potente del viejo molinero. Tenía fuerzas de sobra para hacer saltar las rocas.
La mozena dió dos pasos dentro de la habitación, y confidencialmente relató: Estos señoritos son el diablo.... Ya ve, a usted la cortejaba, como quien dice, y lo mismo hacía con Rosa la del Molino. Carmen movió lentos los labios para decir: Rosa....
Si creerás que a mí me comulgas con ruedas de molino. Mira, chico, aunque parece que estoy trastornado, veo más claro que todos vosotros. Y no se habló más del asunto.
La zona luminosa de un rayo de sol, bullendo en átomos dorados, cortaba el ambiente, y el molino de la picadura acompañaba las conversaciones del taller con su acompasado y continuo tacatá, tacatá.
Palabra del Dia
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