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El sitio parecía muy triste en aquella estación, con la greda mojada y barrosa que lo rodeaba y con el agua turbia y rojiza que había alcanzado un alto nivel en la cantera abandonada. Tal fue la primera impresión de Dunstan al acercarse a aquel sitio.

FLAN HELADO. A un vaso de leche, diez céntimos de café en grano; después se baten mucho dos yemas con azúcar, y se baten aparte las dos claras a punto de nieve; se mezclan bien las yemas con la leche y se pone al fuego como bizcochada; antes de separarlo del fuego se ponen cuatro colas de pescado deshaciendo una por una; y después se coloca en franela mojada y se pone hielo hasta que se cuaja.

Pues bueno: llegamos sin que nos viera nadie, guardó Catana el contrabando de la ropa mojada, y yo me fui corriendito hacia mi gabinete; pero al entrar en la sala, ¡zas! salía él del suyo, y me pescó.

MODO DE LIMPIAR LA PLATA. Lo más corriente es limpiarla con agua jabonosa; pero siquiera un vez por semana debe limpiarse con una papilla hecha con agua y bicarbonato; cuando las bandejas, fuentes, y, en general, la vajilla de plata está muy sucia, se le pasa un paño, cepillo o brocha mojada en amoniato líquido de veintidós grados; se frota después ligeramente con una franela o gamuza y quedará muy limpia y brillante.

Sentáronse sobre el manto de césped salpicado de florecillas blancas, y empezaron á contemplar con ojos extáticos la serpiente de plata que se arrastraba perezosamente á buscar su guarida en el molino. La condesa se bajaba, metía la mano entre sus escamas y la sacaba mojada y la sacudía riendo sobre la cara de Pedro, el cual reía á su vez y no se tomaba el trabajo de limpiarse.

El instinto de la paternidad, del que había hablado tantas veces como de algo infalible, no le avisó en la presente ocasión. ¿Cómo podía reconocer á Julio en este sargento cuyos pies era dos bolas de tierra mojada, con un capote descolorido y de bordes deshilachados, lleno de barro hasta los hombros, oliendo á paño húmedo y á correa?... Después del primer abrazo, echó la cabeza atrás para contemplarle, sin desprenderse de él.

Con tales remordimientos estaba el de Luzmela perturbado, y por esquivar tan íntima turbación, o porque fuese aquélla para él una hora de evocaciones aventureras, cayó de pronto en su memoria otra página galante de sus años mozos. Esta no había quedado mojada de lágrimas: risueña y gozosa, fué otra de sus grandes locuras.

Las hojas amarillentas de los árboles, lavadas por la lluvia, brillan como monedas de oro; mil arroyuelos serpean vacilantes por la falda de la colina y van a depositar sus aguas en la llanura, que se dilata verde y mojada con suaves ondulaciones. Una franja más oscura señala el cauce del Lora, que se oculta misterioso bajo sus mimbreras y espesas filas de alisos.

La calle está mojada; el cielo está de color de plomo. »Yo, cuando veo este cielo gris, oscuro, triste, me acuerdo de ese cielo tan limpio y tan azul. Y cuando me acuerdo de ese cielo azul, me acuerdo también de unos ojos anchos y azules... »Pero es preciso estar aquí, Pepita; es preciso vivir en este Madrid terrible; en provincias no se puede conquistar la fama.

El bigote de don Víctor parecía una escoba mojada; con la humedad que traía de las marismas roció la frente de su esposa; pero ella no sintió repugnancia, y vio oro y plata en aquellos pelos tiesos que parecían un cepillo de yerbas hechas ceniza por la raíz y tostadas por las puntas.