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Actualizado: 19 de junio de 2025
Este soy yo... dijo con loca admiración . Trabajo me cuesta el creerlo.... ¿Y cómo estoy dentro de esta agua dura y quieta? ¡Qué cosa tan admirable es el vidrio! Parece mentira que los hombres hayan hecho esta atmósfera de piedra.... Por vida mía que no soy feo... ¿no es verdad, prima? ¿Y tú, cuando te miras aquí, sales tan guapa como eres? No puede ser.
Lleva más de un año en relaciones contigo, y todavía se pone colorado como un pavo cuando le miras. Pues eso es precisamente lo que a mí me gusta. Pepa alzó los hombros con indiferencia. ¿De veras? Para mí sería una calamidad, hija. Y Arbós, ¿qué tal se porta? Ese es un tonto de capirote, ¿sabes? dijo con la boca llena ; pero al menos tiene fachada.
Mientras permaneció el general Paz en Córdoba, acaudilló las montoneras más obstinadas e intangibles de la Sierra, y por largo tiempo el pago de Santa Catalina fué una republiqueta adonde los veteranos del ejército no pudieron penetrar. Con miras más elevadas habría sido el digno rival de Quiroga; con sus vicios sólo alcanzó a ser su asesino.
Entre tanto, Modesto, sin parientes ni protectores en la corte, sin miras ambiciosas, sin disposiciones para la intriga, hizo su carrera a paso de tortuga, hasta que en la época del sitio de Gaeta, en 1805, su regimiento recibió orden de juntarse como auxiliar con las tropas de Napoleón.
No hay buena fe, no hay amistad, no hay gratitud, no hay generosidad, no hay virtud sobre la tierra; todo es egoismo, miras interesadas, perfidias, traicion, mentira. Para tanto padecer, ¿porqué se nos ha dado la vida? ¿dónde está la Providencia, dónde la justicia de Dios? dónde?....»
Aunque crees que en la vida no hay más que tinieblas, la idea de plácido crepúsculo te hace sonreir, y cuando sueñas con días mejores, ya no piensas en tu Linilla, en la huérfana desventurada.... ¿A qué negarlo? ¿No es verdad que a solas, en la soledad de tu pensamiento, miras luminosos días de incomparable felicidad? Sí, y entonces... ¡no piensas en mí! Tienes razón.
De aldaba Para llamar á la puerta Como miras de esta casa. ¡Espantosa Visión, suelta, que me abrasas, Que me hielas, que me tienes Sin vida, aliento y sin alma! Suelta, suelta, perro; ¿qué es Esto, que de nuevo me espanta La vista? Sangrienta sombra, Que más fiera me amenazas, ¿Quién eres? ¿No me conoces? Ya te conozco; ¿qué extraña Ocasión te trae á verme?
Mira, señor mío, que puede ser recompensa a la hermosura y nobleza por quien me dejas la incomparable voluntad que te tengo. Tú no puedes ser de la hermosa Luscinda, porque eres mío, ni ella puede ser tuya, porque es de Cardenio; y más fácil te será, si en ello miras, reducir tu voluntad a querer a quien te adora, que no encaminar la que te aborrece a que bien te quiera.
Quien tiene ideas como las que usted tiene, ¡caramba!, y sabe sentir y pensar con esa alteza de miras... eso es, con esa espiritualidad de la... pues... de... claro... ¿Y cree usted que ella me podría dar explicaciones claras, pero muy claras, de todo lo que ha hecho después que se separó de mí?
María, te pueden ver! Toma! ¡ahí está tu piedra! El solitario, violentamente arrancado, rodó por el piso. Kassim, lívido, lo recogió examinándolo, y alzó luego desde el suelo la mirada a su mujer. Y bueno, ¿por qué me miras así? ¿Se hizo algo tu piedra? No repuso Kassim. Y reanudó en seguida su tarea, aunque las manos le temblaban hasta dar lástima.
Palabra del Dia
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