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Actualizado: 18 de mayo de 2025
Seguíale una docena de individuos de esos que al mirarnos muestran cara humana, si bien es muy dudoso que sean hombres. Sí, señores, todo está averiguado añadió el desaliñado orador, que era Tablas en persona . Y si faltase testimonio, aquí estoy yo para darlo. Dos mujeres se le colgaron de cada brazo. En torno suyo hízose un corrillo.
Mis ojos deben arder entonces, como los suyos, con una llama funesta; como los de Amón cuando se fijaban en Tamar; como los del príncipe de Siquén cuando se fijaban en Dina. Al mirarnos así, hasta de Dios me olvido. La imagen de ella se levanta en el fondo de mi espíritu, vencedora de todo.
Nosotros íbamos de negro y mi padre hasta se había hecho una camisa toda negra, para la ocasión y para que no se le manchase con los ciscos del tren. La duquesa abrió las maderas de la habitación y se nos quedó mirando: «Vaya, vaya dijo, cuando se satisfizo de mirarnos ; con que éste es el gran Apolonio Caramanzana, y este otro el camuesín....» De allí en adelante me llamó el camuesín.
Metempsícosis, espiritismos, telepatías y demás absurdos del mundo interior, no son nada en comparación de este mi propio absurdo en que me veo envuelto. Es un pequeño asunto para volverse loco. Véase: Fuí a lo de Funes. Luis María me llevó al escritorio. Hablamos un rato, esforzándonos como dos zonzos, puesto que comprendiéndolo así evitábamos mirarnos, en charlar de bueyes perdidos.
Mi opinión es que hoy presenciaremos no pocas proezas, dijo Don Pedro, en vista de la fama y pujanza de los justadores. ¡Por Santiago! observó Don Jaime, otra cosa va llamando mi atención y es el buen porte y mejores vestidos de esos burgueses de Burdeos que se agolpan á mirarnos.
Pero el mirarnos indefensos, y el derecho natural de conservar la vida, nos conducirá, no á separarnos del servicio de S.M., y sí á abandonar la provincia, dejando el egercicio de azogueros y trabajo de minas, de que tanto beneficio le resulta al real erario; é incorporándonos en la tropa del mando de V.S., caminaremos á su destino, donde daremos las mas acrisoladas pruebas de nuestra fidelidad y amor al Soberano.
¡Oh, gallardas arboladuras, velas blancas, fragatas airosas con su proa levantada y su mascarón en el tajamar! ¡Redondas urcas, veleros bergantines! ¡Qué pena me da el pensar que vais a desaparecer! ¡Amable sirena, que te levantabas sobre las olas azules para mirarnos con tus ojos verdes, ya no te verán más! ¡Oh, días de calma! ¡Oh, momentos de indolencia!
Allende el Océano Veremos a Rizal en Barcelona Sobre una mesa del "Café Pelayo" Mirarnos de soslayo, y con, medida artística segura y sonrisa burlona, En el mármol hermoso, muy pulido, Una caricatura Haciendo, pronto, igual y de corrido. y allí nos señalaba, Con rayas y con puntos Cada uno y todos juntos, Y caracterizaba Nuestras tendencias siempre juveniles En el loco correr de los Abriles.
Estaba al pié de un arbusto, y con una rama se daba golpes en la punta del zapato derecho, teniendo clavada allí la vista de un modo maquinal. Alguna idea agujereaba el cerebro de aquella mujer; algun pensamiento diabólico volcanizaba aquella cabeza. Sobre esto dijimos algunas palabras á media voz; pero la jóven no levantó los ojos para mirarnos.
Palabra del Dia
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