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Ya había sufrido bastante. ¿Iba a mejorarse ella porque le viese?... Cuando salió la abuela quiso enseñarle el niño, que su amiga, más joven y fuerte, llevaba en brazos. Míralo, Isidro gemía la vieja llorando de alegría . Es un querubín: ¡qué rico!... Es hijo tuyo, ¡tu retrato!... Maltrana miró esta carne palpitante apenas contorneada que se removía en el fondo de un mantón.

Antes mirarás hermosas que bobas en esta ciudad, que tiene fama de tener las más discretas mujeres de España, y que andan a una su discreción con su hermosura; y si no, míralo por Costancica, de cuyas sobras de belleza puede enriquecer, no sólo a las hermosas desta ciudad, sino a las de todo el mundo.

Tenía el revólver, arma que lograba ocultar como esconden el aguijón ciertos insectos, sin saberse nunca con certeza de dónde volvía á surgir. Y por si no le era posible valerse de él, contaba con el alfiler de su sombrero. Míralo... ¡Con qué gusto lo clavaría en el corazón de muchos!...

Casi todos los hombres cuando duermen la siesta se levantan de mal humor. Con Martinán no rezaba esta miseria fisiológica: se levantaba más alegre que nunca, fresco y risueño como una mañana de primavera. ¡Míralo, míralo qué fresco y qué colorado se levanta ese zorro de la cama! exclamó uno.

Míralo bien, Yolanda digo; porque, como esta noche, muchas otras veces hemos de estar juntos y hemos de alegrarnos de ello. Ella se inclina lentamente y cierra los ojos del todo... ¡Pobre criatura! ¡pobre criatura!... Y la angustia me corta casi la respiración. Entonces les grito: ¡Un poco de alegría, hijos míos! Lotario, cuéntanos, pues, algunas de tus calaveradas.

Dios os haga dichosos... como patriarcas.... San Rafael te acompañe, hija. ¡Quién como , chica!, ¡a Francia en un vuelo! No te olvides de mi abrigo.... ¿Van en el mundo las medias? ¿Confundirás los hilos? Mira que las tiras bordadas no sean de ojales, que de esas ya las hay por acá. Abre bien esos ojazos, míralo todito, ¡y después nos contarás cada cosa!...

Pues por lo mismo compré yo ayer uno... Míralo, no es feo... ¿Quieres otro igual? Kate te lo traerá en un momento: lo compré en la Compagnie Lyormaise, ahí, a la vuelta de la esquina. La duquesa, ante la perspectiva de un abanico gratis, sintió aminorarse su prisa. Era un abanico muy bonito, de nácar quemado, muy oscuro, con país de seda negra.

Sus relaciones jerárquicas son particularmente visibles con su jefe, el sol, y con la luna, que, como su servidora, tiene por esto más poderío sobre ella. Así como las flores de la tierra miran al sol, míralo la misma tierra que las sostiene, y aspira hacia él. En aquello que tiene de más movible, su masa flúida se levanta é indica que siente su atracción.

Salta pues dentro, y miralo bien todo. Salta GAYO MARIO en la ciudad. Siguele tu tambien, Jugurta, amigo; Mas sigamosle todos. No conviene Al oficio que tienes esta impresa, Sosiega el pecho, buen señor, y espera Que Mario vuelva ó yo con la respuesta De lo que pasa en la ciudad soberbia: Tened bien esa escala. O cielos justos!

También tengo un preparado de fósforo, que mata por envenenamiento de la sangre. Pero lo bueno está aquí, míralo; el verdadero ojo de boticario, la bendición de Dios. Esto que mata, y pronto. ¿Ves este polvo gris? Es la gelsemina, la maravilla de la toxicación. La bestia se estremece sólo de verla; porque sabe que con esto no hay bromas. Muerte instantánea».