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Actualizado: 3 de mayo de 2025


18 para que por dos cosas inmutables, en las cuales es imposible que Dios mienta, tengamos un fortísimo consuelo, los que nos acogemos a unirnos a la esperanza propuesta; 1 Porque este Melquisedec, rey de Salem, sacerdote del Dios Altísimo, el cual salió a recibir a Abraham que volvía de la matanza de los reyes, y lo bendijo,

Monta a caballo y atropella con gracia a la gente de a pie; habla el francés, el inglés y el italiano; saluda en una lengua, contesta en otra, cita en las tres; sabe casi de memoria a Paúl de Kock, ha leído a Walter Scott, a D'Arlincourt, a Cooper, no ignora a Voltaire, cita a Pigault-Lebrun, mienta a Ariosto, habla con desenfado de los poetas y del teatro. Baila bien y baila siempre.

A la moza que abrió la puerta le preguntó, áspero y breve: ¿La señorita Carmen? Está en la cama. ¿Qué tiene? Una punta de calentura.... Salióse ayer de casa como una loca, y cuando la encontramos parecía que no estaba en sus cabales.... La acostamos, sin que haya querido desnudarse.... A usted le mienta mucho.... Mañana dice la señora que llamará al médico.... Mañana, ¿eh? rugió Salvador.

La imagen de su propia madre surgió en la imaginación de Melchor, al rumiar mentalmente las últimas palabras y después de una breve pausa, en que su espíritu quedó suspenso y absorto como ante un abismo, continuó en sus meditaciones: ...¿Y por qué no ha de haber muchas como ella?... ¿Qué maldita forma de perversidad nos impulsa a pensar mal, dando un asidero al desconcepto, al prejuicio... a la calumnia misma... que casi nunca ofrecemos al elogio... al aplauso... Oímos decir que se juega y nos inclinamos a creer que juegan todos... sabemos que se miente y nos sentimos dispuestos a considerar mentiroso a todo el mundo... ¡pero, por qué, señor!... nos encontramos con un caso de adulterio... y... Por otra parte, siempre habrá quien mienta... quien engañe... pero la virtud no muere... ni la fidelidad... ¡porque no puede morir el afecto... porque no puede morir el amor!...

No mienta usted; porque no ha salido de París. Pero.... ¡Oh! Ahora comprendo porqué no quiere usted llevar su título ... No vendría bien con su carácter.... ¡Prima mía!... Se ha portado usted conmigo como un patán. ¡Ah! Si, ¡lo que ha hecho usted es una cobardía!

Jacobo le miraba de frente, pero Sorege no pestañeó. ¿Estás loco? ¿Quién? ¿Esa americana? ¡Lea Peralli! Bien sabes que está muerta. Te engaña una semejanza que á mi también me sorprendió. ¡Oh! que existe un parecido increíble!... Tragomer le interrumpió poniéndole la mano en el brazo, y le dijo con tristeza viéndole perdido: No mienta usted, Sorege.

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ciencuenta

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