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Actualizado: 16 de julio de 2025
Si nos pregunta si hemos comido, si ellos no han empezado, decimos que no; si nos convidan, no aguardamos al segundo convite, porque de estas aguardadas nos han sucedido grandes vigilias; si han empezado, decimos que sí; y aunque parta muy bien el ave, pan o carne, o lo que fuere, para tomar ocasión de engullir un bocado, decimos: "Ahora deje vuestra merced, que le quiero servir de maestresala; que solía, Dios le tenga en el cielo y nombramos un señor muerto, duque o conde , gustar más de verme partir que de comer."
Un negocio... ¿cómo decir? que importa; que, con ser yo tan necia, se me alcanza que la justicia ha de caer aína sobre esta casa y todo el daño que se puede seguir a vuestra merced. Bien, aguija; aclárate presto. ¿Qué sucede?
Yo visito las plazas, como vuestra merced me lo aconseja, y ayer hallé una tendera que vendía avellanas nuevas, y averigüéle que había mezclado con una hanega de avellanas nuevas otra de viejas, vanas y podridas; apliquélas todas para los niños de la doctrina, que las sabrían bien distinguir, y sentenciéla que por quince días no entrase en la plaza.
Y abrazándose los dos, después de haberse recebido con grande amor y grandes cortesías, se entraron en una sala, donde se quedaron solos con el huésped, el cual ya tenía consigo la cadena, y dijo: Ya el señor Corregidor sabe a lo que vuesa merced viene, señor don Diego de Carriazo: vuesa merced saque los trozos que faltan a esta cadena, y el señor Corregidor sacará el pergamino, que está en su poder, y hagamos la prueba que ha tantos años que espero a que se haga.
Agora sí que vengo a conocer clara y distintamente que hay encantadores y encantos en el mundo, de quien Dios me libre, pues yo no me sé librar; con todo esto, suplico a vuestra merced me deje dormir y no me pregunte más, si no quiere que me arroje por una ventana abajo.
PELAYO. Sí, señor, llegué muy bueno. Sepa Vuesa Señoría... REY. ¿Qué os dije? PELAYO. Póngome el freno. ¿Viene bueno su merced? REY. Gracias a Dios, bueno vengo. PELAYO. A fe que he de presentalle, Si salimos con el pleito, Un puerco de su tamaño. SANCHO. ¡Calla, bestia! PELAYO. Pues ¿qué? ¿Un puerco Como yo, que soy chiquito? REY. Llamad esa gente presto. Sale BRITO, FILENO, JUANA y LEONOR.
Entonces se explicó perfectamente aquella sonrisa triunfal del brigadier cuando al abrazarle en el colegio de la Merced le decía: «¡Ya sabrás lo que te quiere tu padre... ya lo sabrás!» El pleito, como era lógico, no pudo prosperar; la soberbia madrastra se vio precisada a desistir, aunque guardando odio profundo, no sólo a Miguel, sino a la memoria de su marido; éste se había vengado cumplidamente de trece años de suplicio.
Pero dígame vuestra merced: este libro, ¿imprímese por su cuenta, o tiene ya vendido el privilegio a algún librero? -Por mi cuenta lo imprimo -respondió el autor-, y pienso ganar mil ducados, por lo menos, con esta primera impresión, que ha de ser de dos mil cuerpos, y se han de despachar a seis reales cada uno, en daca las pajas.
Entonces replicó el pajecillo: Aunque vuestra merced no conozca a esta persona, esta persona le conoce. Hoy, de mañana, pasó junto al lugar del rapto protervo, y oyó y vio a vuestra merced cuando de él se lamentaba. La persona es compasiva y excelente, y se enterneció. Ha tomado informes sobre todo lo ocurrido, y su enternecimiento se ha hecho mayor.
El mancebo agradeció al gobernador la merced que quería hacerles de volverlos a su casa, y así, se encaminaron hacia ella, que no estaba muy lejos de allí.
Palabra del Dia
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