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Actualizado: 23 de septiembre de 2025
Así lo reconoce el mismo aristocrático idealismo de Renán, cuando realza, del punto de vista de los intereses morales de la especie y de su selección espiritual en lo futuro, la significación de la obra utilitaria de este siglo. «Elevarse sobre la necesidad agrega el maestro , es redimirse». En lo remoto del pasado, los efectos de la prosaica e interesada actividad del mercader que por primera vez pone en relación a un pueblo con otros tienen un incalculable alcance idealizador, puesto que contribuyen eficazmente a multiplicar los instrumentos de la inteligencia, a pulir y suavizar las costumbres y a hacer posibles, quizá, los preceptos de una moral más avanzada.
Habiendo sabido que me dirigía a la capital, se presentó cuando estaba yo almorzando para decirme que una hermana suya, casada con un acomodado mercader de Estrelsau, lo había invitado a ocupar un cuarto en su casa durante las fiestas de la coronación. Que había aceptado de mil amores, pero ahora se hallaba con que sus deberes no le permitían ausentarse.
Notable es también, por su índole característica, la escena en que un mercader de artículos de novedad, ó más bien un charlatán, reune á su rededor muchos curiosos en las gradas de la iglesia de San Felipe contando las fábulas más absurdas, á las cuales da fe su auditorio como si fuesen verdades del Evangelio.
Era yo muchacho, vicioso y regalado, criado en Sevilla, sin castigo de padre, la madre viuda, cebado a torreznos, molletes y mantequillas y sopas de miel rosada, mirado y adorado más que hijo de mercader de Toledo, o tanto; hacíaseme de mal dejar mi casa, deudos y amigos, demás que es dulce amor el de la patria.
El primer engaño es obra de un escudero, que, disfrazado de viudo, se burla de un mercader. A éste sigue otro con personajes muy diversos. El dios Cupido se enamora de la princesa Grata Celia, pero no encuentra ocasión favorable de visitarla, y resuelve, en consecuencia, engañar á Apolo, para que éste engañe á su vez al rey Totebano.
Así que llegó Setoc á su tribu, reclamó de un hebreo quinientas onzas de plata que le habia prestado á presencia de dos testigos; pero habian muerto ámbos, y el hebreo que no podia ser convencido, se guardaba la plata del mercader, dando gracias á Dios porque le habia proporcionado modo de engañar á un árabe.
Sobre el hombro la cabeza caída, y delirante. No muy inferior belleza épica tiene el canto del poeta ruso Lermontoff, donde se refiere la lucha, en presencia de Ivan el Terrible, del joven mercader que mata a puñadas al guardia favorito del Czar.
El mercader de ropas hechas pone á los sastres como hoja de peregil: el sastre viste al mercader de ropa de pascua; y no sabemos qué admirar más, si la ironía del mercader ó la del sastre. En punto á comprar y vender, todo el mundo es poeta á su modo, literato, erudito.
Dejé dicho al mercader que si viniesen allí mis pajes y un lacayo, que los encaminase al Prado. Di señas de la librea y metíme entre los dos y caminamos. Yo iba considerando que a nadie que nos veía era posible el determinar cúyos eran los lacayos, ni cuál era el que no le llevaba.
Y todo lo juraba por su conciencia, aunque yo pienso que conciencia en mercader es como virgo en cantonera, que se vende sin haberle. Nadie, casi, tiene conciencia, de todos los de este trato; porque, como oyen decir que muerde por muy poco, han dado en dejarla con el ombligo en naciendo.
Palabra del Dia
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