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Actualizado: 8 de noviembre de 2025
Fácil me sería probarlo con ejemplos sacados de las doctrinas de la probabilidad y de la restricción mental, imputadas como un crimen á los jesuítas; pero esto me apartaría demasiadodemi asunto.
Estas son, generalmente, mujeres intelectuales, que, dedicadas á un trabajo mental y sintiendo ambiciones puramente idealistas, no han tenido tiempo para pensar en el amor y se mantienen en laborioso celibato. Yo he vivido también así, gentleman, pero no crea que he seguido sus costumbres.
¡Ah, gaucho fino! decía el abuelo, orgulloso de estas hazañas . Toma cinco pesos para que le regales un pañuelo á una china. El viejo, en su creciente embrollamiento mental, no se daba cuenta exacta de la relación entre las pasiones y los años. Y el infantil jinete, al guardarse el dinero, se preguntaba qué china era aquella y por qué razón debía hacerle un regalo.
Novillo se sentía feliz, expansivo, y al acomodarse Apolonio a su lado le dió una palmada en el muslo al zapatero, preguntando: ¿No dice usted nada hoy, querido Apolonio? Le decía a usted, don Anselmo Apolonio respondió sin mostrarse herido por la ausencia mental y material de su amigo , que los chinos conceden al pie la importancia debida. Este es mérito común a los asiáticos.
Concluida mi deprecación mental, corro á mi habitación á despojarme de mi camisa y mi pantalón, reflexionando en mi interior que no son unos todos los hombres, puesto que los de un mismo país, acaso de un mismo entendimiento, no tienen las mismas costumbres ni la misma delicadeza, cuando ven las cosas de tan distinta manera.
Fue una injusticia que el miedo social se permitió con un ser peligroso. El juez le abofeteó durante un interrogatorio, y Salvatierra, que de joven se había batido en las insurrecciones del período revolucionario, limitose, con una serenidad evangélica, a pedir que pusieran en observación al violento juez, pues debía sufrir una enfermedad mental.
Esto último era lo que la hacía reflexionar, frunciendo las cejas y contrayéndose con un esfuerzo mental. ¿Usted se llama capitán...? ¿usted se llama...? Y de pronto sonrió, dando fin á sus dudas. Usted se llama dijo resueltamente el capitán Ulises Ferragut. Paladeó con largo y risueño silencio el asombro del marino. Luego, como si se apiadase de su estupefacción, dió nuevas explicaciones.
Sesenta dijo ella seriamente con la reserva mental de que se quedaba algo corta. Hace unos días que he entrado en lo sesenta y nueve... Dentro de nada setenta... ¿Sabes que de quince días a esta parte me parece que he envejecido de golpe y porrazo veinte años?
¡Aquí no hay República, Tòni...! Y sin embargo, esto es algo. Pero Tòni no se daba por vencido. Contraía el peludo rostro, haciendo un esfuerzo mental para dar forma á sus vagas ideas, vistiéndolas de palabras. En el fondo de estas grandezas presentía una afirmación de sus mismos pensamientos. Al fin se entregaba, desarmado, pero no convencido.
No... si... no reza... es decir... oración mental... ¿qué sé yo?... cosas de ella. Hay que dejarla. Y suspiraba otra vez. Sí, había que dejarla. Pero a solas, don Álvaro se mesaba los rubios y finos cabellos ¡quién lo diría! se llamaba animal, bestia, bruto, como si no fuera todo lo mismo, y se decía: ¡Me he portado como un cadete!
Palabra del Dia
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