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Actualizado: 22 de junio de 2025
Duró cerca de dos meses, se gastó por largo, y la galantería de Núñez sufrió en el curso de él bastante menoscabo. La vida íntima, marital, descubrió a los ojos de Elena los puntos negros de aquel temperamento tan jovial y simpático en sociedad.
Sancho, que vio suspenso a su señor y asaz mal contento, le dijo: -Señor, ya se viene a más andar el día, y no será acertado dejar que nos halle el sol en la calle; mejor será que nos salgamos fuera de la ciudad, y que vuestra merced se embosque en alguna floresta aquí cercana, y yo volveré de día, y no dejaré ostugo en todo este lugar donde no busque la casa, alcázar o palacio de mi señora, y asaz sería de desdichado si no le hallase; y, hallándole, hablaré con su merced, y le diré dónde y cómo queda vuestra merced esperando que le dé orden y traza para verla, sin menoscabo de su honra y fama.
Le gustaba engalanarse, pero luego de vestida pasaba ante los espejos sin mirarse, y ni a solas era ridículamente vanagloriosa, ni coqueta con los hombres. Finalmente, Manuel estaba seguro de haberse ido enseñoreando del corazón de su novia en diálogos íntimos y largos, donde, sin menoscabo de su pureza, pudo mostrarse la mujer tal cual era.
Sin negar esta verdad incuestionable, yo creo que lo que Rosas puso de manifiesto es la supina ignorancia en que viven en Europa sobre los intereses europeos en América, y los verdaderos medios de hacerlos prosperar sin menoscabo de la independencia americana.
Y aun en las humanas se atreven a hacer milagros, sin más respeto ni consideración que parecerles que allí estará bien el tal milagro y apariencia, como ellos llaman, para que gente ignorante se admire y venga a la comedia; que todo esto es en perjuicio de la verdad y en menoscabo de las historias, y aun en oprobrio de los ingenios españoles; porque los estranjeros, que con mucha puntualidad guardan las leyes de la comedia, nos tienen por bárbaros e ignorantes, viendo los absurdos y disparates de las que hacemos.
El gobierno estaba dispuesto a cuantas economías fuesen prudentes y factibles, sin menoscabo de la dignidad y del país; pero era el gobierno de una nación eminentemente religiosa; favorecida por Dios en todos sus trances, y no tocaría un céntimo de las obligaciones eclesiásticas. ¡Jamás! ¡Jamás! Su voz resonaba con ese triste eco que conmueve las casas vacías. Miró el reloj con angustia.
Dice, por ejemplo, con darwinismo profético y piadoso, que Dios sacó de lo menos acabado y perfecto lo más perfecto y acabado. Del hombre sacó a la mujer, no sin menoscabo y detrimento, pues que le sacó una costilla; y de la mujer, sin detrimento ni menoscabo alguno, sacó un perfectísimo bacón, en quien quiso humanarse.
-Vuestra merced se sosiegue, señor mío -respondió Sancho-, que bien podría ser que yo me hubiese engañado en lo que toca a la mutación de la señora princesa Micomicona; pero, en lo que toca a la cabeza del gigante, o, a lo menos, a la horadación de los cueros y a lo de ser vino tinto la sangre, no me engaño, ¡vive Dios!, porque los cueros allí están heridos, a la cabecera del lecho de vuestra merced, y el vino tinto tiene hecho un lago el aposento; y si no, al freír de los huevos lo verá; quiero decir que lo verá cuando aquí su merced del señor ventero le pida el menoscabo de todo.
Incomparable fué el consuelo de estos santos varones con tan noble ganancia, pero no menor la rabia del demonio que de tan buenos principios adivinaba el gran menoscabo que se había de seguir á sus intereses, y que si la fé cristiana fuese ganando crédito y seguidores, perdería en poco tiempo el dominio del país; y como su mal y daño estaba á los principios y le podía reparar, procuró, con todo su esfuerzo arrancar de raíz aquellos buenos principios, para lo cual tenía allí de su bando ciertos apóstatas muy poderosos, tanto peores que los otros en su vida, cuanto es ordinario que sea más perdido en sus costumbres quien abandona la fé que quien jamás la profesó en su vida.
Temíase no hubiese tratado sus amores con alguna indecencia, que redundase en menoscabo y perjuicio de la honestidad de su señora Dulcinea del Toboso; deseaba que hubiese declarado su fidelidad y el decoro que siempre la había guardado, menospreciando reinas, emperatrices y doncellas de todas calidades, teniendo a raya los ímpetus de los naturales movimientos; y así, envuelto y revuelto en estas y otras muchas imaginaciones, le hallaron Sancho y Carrasco, a quien don Quijote recibió con mucha cortesía.
Palabra del Dia
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